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Moralidades

Poco antes de morir, en junio de 1924, el escritor Franz Kafka dio instrucciones a su amigo y albacea Max Brod para que destruyera, tras su muerte, los textos inéditos que le había legado. Es sabido que Brod, en una de las decisiones más controvertidas de la historia de la literatura moderna, renunció a quemar los manuscritos y de esta forma el mundo pudo conocer obras como ‘El proceso’ y ‘El castillo’. ¿Actuó leal y correctamente Max Brod? ¿Fue desleal con el amigo pero leal con la literatura?

Esta misma semana Alberto Contador arrebató en Luchon el maillot amarillo del Tour de Francia al luxemburgués Andy Schleck tras una escapada que se produjo mientras su rival sufría un fallo mecánico que le obligó a poner pie en tierra. El mundo del ciclismo (especialmente el francés) se dividió en dos: los que aplaudían como lógica la reacción de Contador y los que la criticaban por considerarla antideportiva o de nulo ‘fair-play’. La anécdota de la cadena que se soltó ha desvelado una cadena de historias similares o parecidas que sesteaban en las hemerotecas. Desde la Fórmula 1 al fútbol, desde el propio ciclismo al golf. Antes de que se apagaran los ecos del debate y se cuestionara si Contador había sido leal o no con su amigo Andy Schleck o si lo había sido o no con la deportividad y la competición, el formidable ciclista –con antecedentes familiares extremeños– apagó de golpe la hoguera de la polémica renunciando ayer, sobre la cima del Tourmalet, a disputarle la llegada a su más directo contrincante. Nada de palabras. Hechos.

Yo creo que aunque los especialistas del Tour cuestionen el comportamiento de dos rivales con una actitud que podría etiquetarse de ‘pasteleo’, el ciudadano normal y corriente entiende a la perfección el gesto del español, el sentido verdadero de su comportamiento, más próximo a la generosidad y el juego limpio que a la estrategia interesada y egoísta. Como todas las decisiones morales, la de Contador seguirá levantando, sin embargo, opiniones encontradas. Es difícil ajustar al milímetro la máquina que mide los sentimientos. Y porque además de estar sujeto a las razones de su propio corazón, lo está también a las razones del equipo que le paga, de la afición que le sigue o de las empresas que ‘viven’ alrededor del ciclismo. Quiero decir que Contador no vive aislado en la burbuja de sus propios valores, sino que está obligado a respirar el aire del inmenso circo que suponen todos los deportes de masas.

Ocurre lo mismo en otros ámbitos de la vida. Incluida la política, de la que depende, como es bien sabido, hasta el aire que respiramos.

Al secretario general del PSOE y actual presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara se le ocurrió ayer decir que su cabeza no está ahora en las elecciones y, como en el caso de Contador y Schleck, ha faltado tiempo para que salte la polémica. Vara hacía esas declaraciones después de agradecer su designación como próximo candidato socialista, pero supongo que también para expresar un estado de ánimo que le compromete más con los intereses de todos que con los suyos propios. ¿Y cuál es la respuesta? División de opiniones. Pensar que podría ser de otro modo es ignorar cómo funciona la máquina de los sentimientos.

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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