>

Blogs

Dersu y el agua

En 1971 el director de cine Akira Kurosawa sufre una fuerte crisis con un intento de suicidio que le sume en un paréntesis de cinco años de silencio sin rodar una película. Renacido del abismo de la depresión, y con 65 años de edad, Kurosawa regala al mundo ‘Dersu Uzala’ (’El cazador’), una de esas obras maestras en las que el simbolismo del hombre en equilibrio con la naturaleza se convierte en enseñanza que trasciende circunstancias históricas o geográficas, una lección intemporal sobre los valores profundos de la humanidad. Un filme con el que obtuvo el Óscar a la mejor película extranjera de 1975 y que le proporcionaría también el entusiasmo y futura financiación de cineastas como Francis Coppola, George Lucas y Steven Spielberg.

‘Dersu Uzala’ está basada en las memorias del explorador del ejército ruso Vladimir Arseniev, quien conoce casualmente a ese viejo cazador siberiano que le servirá como guía en su expedición y en sus trabajos topográficos por la taiga y la tundra. Con una fotografía prodigiosa, la película es mucho más que la historia de una amistad, es el testamento de dos hombres, Arseniev y el propio Kurosawa, capaces de reflexionar y narrar con pureza el choque de dos civilizaciones, de dos maneras de concebir la vida y el progreso que acaban modificando no solo la relación entre los propios hombres, sino la manera en que el hombre convive con la naturaleza, con paisajes en el caso de ‘Dersu Uzala’ de una belleza luminosa, conmovedora.

El deterioro físico de Dersu, que empezó a perder vista, hace que el capitán Vladimir Arseniev decida llevárselo a vivir con él y su familia a la ciudad, pues dejarlo en aquellas condiciones en el bosque hubiera significado seguramente su muerte. Al principio la convivencia es fácil. Dersu se encariña con el hijo de Arseniev, al que llama «pequeño capitán» y con la mujer del militar, que le acepta en el hogar sin reticencias. Pero pronto comprueban que Dersu se consume como un pájaro en la jaula de aquellas cuatro paredes, sin poder montar su tienda en la ciudad o sin poder salir a cazar martas cibelinas…

Hay una escena que es reveladora del choque de mentalidades, de la dificultad de adaptarse a entornos con otra escala de valores. Dersu abronca y medio se pelea con un aguador, con el hombre que recorre las calles de la ciudad, con una gran cuba sobre un carro, y suministra agua a las casas. En la cabeza de Dersu Uzala no cabe que alguien pueda vender, que alguien pueda comerciar con el agua que corre libre por los ríos o por las fuentes. Ni comprende que deba pagarse dinero por la leña, que está ahí a disposición de todos, en el bosque, para alimentar la chimenea y la calefacción… Es más, Dersu no entiende que le reprochen haber discutido con el aguador porque para él, el agua «es gente», como son «gente» la luna, el sol o los propios árboles que nos dan leña. Porque el fuego también «es gente». A Dersu le dolía haber matado «gente» (un tigre al que malhirió) que no necesitaba para comer. En el universo del viejo cazador siberiano todas esas acciones eran portarse mal con la madre naturaleza. Así de sencillo.

Sospecho que ahora más que la naturaleza lo que importa es la economía. Y no estoy pensando en el concurso del agua para Cáceres…

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


enero 2011
MTWTFSS
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930
31