Además de un genio de la física teórica y un desastre desde el punto de vista físico, Hawking es doctor en ’boutades’ y maestro en la autopromoción, habilidades que se han empadronado otras veces en el espíritu de personajes tan variopintos como Picasso, Dalí, Cela o Borges, por atenernos a unos pocos del área de la lengua española.
Dios me libre de disputas teológicas. Nada más lejos de mi intención que refutar la fe o las creencias de Hawking, tarea por otra parte supongo que inútil además de metafísicamente imposible. Lo que me interesa de este episodio es la atracción que sigue ejerciendo sobre el ser humano el concepto de misterio, la llamada de lo desconocido. Basta que un científico prestigioso arriesgue una opinión sobre cualquier materia, aunque no pertenezca en concreto a su ámbito de estudio, para que nos asalten la curiosidad y el interés. Si la opinión incluye la polémica, entonces la ecuación es perfecta. Le pasaba a Picasso cuando hablaba de política o de dinero; a Dalí hablando de Franco, de Gala o del ácido desoxirribonucleico; a Cela pontificando sobre los cornudos o acerca de su habilidad para absorber el agua de una palangana por conducto de retambufa. ¿Y qué decir de Borges en este punto? Borges, quizás el mayor genio de la literatura en español del siglo XX, concibió además algunas de las mejores y más fascinantes ’boutades’ de todos los tiempos, muchas de las cuales se encuentran en un libro que ya he citado aquí en otras ocasiones, ‘Borges el palabrista’, de Esteban Peicovich (Editorial Letra Viva).
Retornemos a la llamada de lo desconocido. «He sospechado que la única cosa sin misterio es la felicidad, que se justifica sola», escribió Borges. ¿Pero eso es una iluminación o una ’boutade’? ¿Hay un misterio mayor que la felicidad? El propio autor de ‘El Aleph’ nos advierte que la felicidad casi siempre habita en el pasado y que para él ser feliz es haberlo sido alguna vez o creer que alguna vez lo fue. Y cita un verso que expresa muy bien, según dice, lo que siento con respecto a la felicidad:
«Es mucho haber tocado el viviente jardín siquiera un día».En realidad, la inquietud del misterio no ha dejado de acompañarnos desde las remotas noches de sombras en la caverna con pinturas de animales a los que invocaba el espíritu de la tribu o del cazador de bisontes, caballos y ciervos. Ahora la atracción del misterio es más prosaica y coloniza todas las horas. El abismo del misterio viaja en las mochilas y en la imaginación de esos miles de jóvenes concentrados en las plazas españolas como cazadores dispuestos a capturar una felicidad que para desgracia suya no adivinan en el presente. Y lo que es más grave, nunca habitó su pasado. No equivocarse, porque están dispuestos a que
«tocar el viviente jardín siquiera un día» deje de ser un sueño y anuncie el fin de otro misterio: que se han echado a la calle y a las plazas a cazar nada menos que la felicidad.