Supongo que el antiguo aforismo de «quien escribe se proscribe», será de aplicación también para los hablantes. En el lenguaje oral, por su naturaleza espontánea y menos elaborada, quizás no abunda tanto el eufemismo que enmascara y camufla el sentido originario de las palabras, pero ese impostor se alía también con los hablantes seguramente desde los primeros balbuceos de nuestra especie.
Hablar para referirse a la ETA por ejemplo como movimiento de liberación en vez de organización terrorista; hablar de la ‘cuestión’ equis en vez del ‘conflicto’ equis o del problema que sea; decir ‘interrupción voluntaria del embarazo’ en vez de ‘aborto’; ‘daños colaterales’ en vez de ‘muerte de civiles’; aquello tan frecuente durante la guerra civil y la posguerra españolas de ‘dar el paseo’ por ‘ejecutar’; ‘relevo’ por ‘cese’; ‘interno’ por ‘preso’; ‘limpieza étnica’ por ‘matanza racista’; ‘clases desfavorecidas’ por ‘pobres’ o ‘humildes’…
Los eufemismos proliferan especialmente en todo lo relativo a la sexualidad (repasen mentalmente la relación de sinónimos que conocen para designar los órganos reproductores masculino y femenino), en todo lo relativo a lo escatológico y en todo lo relativo a la muerte. Y a la política, claro. En tiempos de Franco en vez de ‘obreros’ se hablaba de ‘productores’ y en lugar de ‘democracia’ a secas, de ‘democracia orgánica’, quizás para alejarse de otros conceptos más inquietantes como ‘democracia popular’.
A la proliferación del eufemismo contribuye también la tendencia a imponer lo ‘políticamente correcto’ que tienen algunos colectivos a medida que ganan poder y presencia social. Y seguro que se les ocurre a bote pronto un puñado de ejemplos para ilustrarlo. A mí me llama la atención, sin embargo, la buena fama que han adquirido los eufemismos, y me resulta sospechoso que se aprecie lo que en realidad es tramoya y decorado. Una cosa es rehuir las expresiones hirientes y otra metamorfosear el lenguaje para que las palabras en vez de comunicar, oculten; en vez de lucir, sirvan de empalizada y disimulo. Al pan, pan, y al vino, vino.
Decía el filósofo Wittgenstein que «Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi propio mundo». Mal señalizado tendré el universo donde me muevo si el propio lenguaje (y el pensamiento es el lenguaje, como advertía Piaget) tiene más trampas que una película de chinos.
Algunos creerán que estoy hablando de lengua y de lingüística. Se equivocan, estoy hablando de política, y de lo que nos ocurre a diario. Miren alrededor: una formidable polémica intelectual porque el Diccionario Biográfico Español pastelea con los términos ‘totalitario’ o ‘autoritario’ para no definir a Franco como ‘dictador’.
Ayer mismo, el consejero de Economía catalán, Andreu Mas-Collel, sugería que se paralizaran las obras del AVE extremeño como medida de austeridad. Él confesaba que no tiene nada «en contra de Extremadura» pero «si no hacemos los deberes, iremos mal. Por tanto, tenemos que hacer los deberes». ¿Tenemos? ¿Quiénes? ¿Justo ahora? Cuánto eufemismo, y cuánto rostro.