Superado el paréntesis de la lotería navideña –«media España cree en Dios y la otra media en la lotería», que sentenciaba Cela– hablemos del Gobierno, que es lo que toca. Un vistazo rápido a la prensa confirma dos impresiones generales: Rajoy ha nombrado un gobierno de fieles, de leales, con perfil tecnócrata y experiencia en la gestión. Parece lo apropiado si a lo que se aspira es a resolver problemas y no a conformarse con ejercicios de prestidigitación.
Si todos los gobernantes son el primer día que asumen la responsabilidad del cargo como ‘un melón sin abrir’, en el caso de estos ‘trece de la fama’ la incógnita es más reducida porque acuden a la prueba con una mochila de experiencia considerable. No son apuestas a ciegas ni saltos en el vacío. A Rajoy seguramente no le gusta jugar a la lotería con la designación de ministros. Ni el aventurerismo en la gestión. Los experimentos con gaseosa. Respecto a los matices ‘ideológicos’ del nuevo equipo de Gobierno, me parece que es una cuestión que excede el área personal y que no creo que tenga especial relevancia, pues las líneas básicas de las diversas políticas ya sea en materia sanitaria, educativa, económica, de justicia… no van a estar condicionadas por los titulares de las carteras sino por el propio presidente del Gobierno. Así se explican las palabras, ayer, de Rajoy: «He intentado hacer un Gobierno de gente competente».
Además de los tradicionales cien días de gracia que se concede a los nuevos gobiernos, sería deseable ‘estabilizar’ el nivel y el tono de las críticas de modo que el nuevo presidente y su equipo no tuvieran que leer juicios más próximos al rencor y al disparate que al razonamiento. Juicios como los que vertía Jiménez Losantos a las pocas horas de conocerse la composición del nuevo Ejecutivo, cuando se refiere al titular de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, como autor de «fechorías liberticidas» y «un sujeto ayuno de escrúpulos y que ha perpetrado una de las más desvergonzadas manipulaciones políticas que haya padecido nunca la Administración de Justicia en España». Según Jiménez Losantos, «la zorra es la mejor amiga de las gallinas si se compara su relación con la de Gallardón y la Justicia». A este tipo de críticas y juicios de valor es al que me refiero cuando digo que conviene estabilizarlas y bajar el nivel. Sobre todo cuando se supone que proceden de las mismas trincheras ‘ideológicas’ del Gobierno. «Al suelo, que vienen los nuestros», que comentaba socarronamente Pío Cabanillas en la antigua UCD.
Pocas actitudes más leales caben desde una tribuna pública con quien tiene responsabilidades políticas que decirle la verdad y criticarle sin dobleces, sin intereses bastardos. Pero una cosa es criticar al gobernante, discrepar de él, y otra agraviar con insultos y ficciones. La crítica ayuda, estimula y contribuye a rebajar la vanidad y el encapsulamiento que genera el poder. Mucho antes de la democracia parlamentaria ya lo sabían: «César, recuerda que eres humano». Afortunadamente, ahora podemos proclamarlo por muchos medios y con más precisión. Incluso sonriendo, que no pasa nada.