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La lección de Araújo

El naturalista, escritor y divulgador Joaquín Araújo, afincado desde hace treinta y tantos años en un paraje próximo a los Ibores, en el corazón de las Villuercas, dejó la pasada semana desconcertado al auditorio que seguía atentamente su charla en el Ateneo de Cáceres cuando resumió su vaticinio respecto al futuro inmediato de la sociedad con una frase que tenía algo de acertijo y de misterio: «Hasta que lo primero no vuelva a ser lo primero, no hay solución». Lo primero es la Naturaleza o, en sentido muy amplio, la agricultura y la ganadería, porque como el propio Araújo señala en su libro ‘Cultivar, encuentros con la tierra’, «cuidar de lo que nos cuida es mucho más que las labores del campo».
Otra de sus grandes reflexiones cabe en una frase muy corta: «La Naturaleza no se endeuda». Araújo insistió en esa circunstancia para subrayar, precisamente, lo contradictorio y ‘antinatural’ que resulta el consumismo insensato en que hemos sucumbido y cuyas consecuencias están resultando devastadoras para buena parte de la sociedad.
Sostiene un proverbio oriental que son cuatro las cosas de las que siempre tenemos más de lo que deseamos: pecados, deudas, años y enemigos. En cuanto a los años, supongo que la inflación es abultada y más o menos constante en todas las generaciones. Respecto a los enemigos y los pecados, me parecen dos conceptos difícilmente evaluables a nivel colectivo. Pero las deudas… ¡Ay, las deudas! Nunca tantos debieron tanto a tan pocos. Nunca tantos españoles se endeudaron para convertirse en propietarios de bienes que no podían pagar al contado y nunca tantos bancos o entidades financieras engordaron su negocio, cebaron sus cuentas de resultados, incitando a consumir ‘dinero prestado’ como el que siembra a voleo.
La lección de la Naturaleza llega tarde para algunos, pero de los errores se aprende. Confío en que buena parte de la sociedad (al menos los que sobrevivan al cataclismo de la crisis) se hayan vacunado contra un modelo social basado en la avidez y en el despilfarro. Espero que los más perspicaces, los más juiciosos estén ya inmunizados contra la tentación de la deuda, contra el tocomocho de hipotecar el futuro.
«La Naturaleza no se endeuda» pero en la sociedad quienes suelen contar con carta blanca para entramparse son precisamente los ricos, los que tienen más posibilidades. Lo advierte la famosa frase: «Si yo te debo una libra, tengo un problema; pero si te debo un millón, el problema es tuyo». En España únicamente a los ricos y a los bancos se les ha otorgado el privilegio de endeudarse por encima del millón de libras, es decir, de garantizarse el recurso de pasarle la bola a otro. Mayormente al Estado, que ha visto que lo fácil y cómodo es ‘redistribuir’ la deuda entre el conjunto de los paganinis, quiero decir entre el conjunto de los contribuyentes y que apoquinemos la ronda a escote.
Intuía desde hace tiempo que el Poder (así, en abstracto y con mayúscula) nunca se ha caracterizado por su vocación ecológica, respetuosa con la Naturaleza. Desde que escuché a Joaquín Araujo la intuición se ha convertido en certeza.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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