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La intrahistoria, claro

EL azar y los caprichos de la historia hacen que algunas efemérides se concentren en el calendario como fragmentos a su imán. El 11 de septiembre es una de esas fechas pródigas en conmemoraciones: desde el ominoso golpe de Pinochet en Chile, hasta los terribles ataques del terrorismo islamista en Estados Unidos, pasando por la celebración de la ‘Diada’ que organiza todos los 11 de septiembre el nacionalismo catalán.
Yo soy poco dado a las efemérides porque en muchos casos me parecen una convención injusta. Quienes estén familiarizados con esa obra monumental que se titula ‘Historia de la vida privada’ (son cinco tomos, pero valen por una biblioteca entera) saben que es relativamente habitual la falta de concordancia entre los acontecimientos que reseña la historia y los que debería ponderar el sentido común o la razón. ¿Quién festeja la efeméride del descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming? ¿O la efeméride del tratamiento de las aguas, por ejemplo, para el abastecimiento público? ¿Qué día se conmemora la llegada del primer documento impreso a una ciudad? ¿O el de las primeras lavadoras mecánicas a los hogares españoles?
No es que me haya convertido en un relativista empeñado en disentir de las interpretaciones convencionales de la historia y de las valoraciones que trascienden las páginas de los periódicos y quedan en los libros de texto. Allá cada cual con su manera de apreciar e interpretar los acontecimientos de la vida. Lo que quiero decir es que frente a quienes tienden a resumir el pasado en cuatro fechas y unos pocos nombres (generalmente de políticos o representantes públicos) yo prefiero fijarme en aquello que Unamuno llamaba la ‘intrahistoria’ y que son acontecimientos que posiblemente a la larga iluminen más aunque deslumbren menos. Uno de esos acontecimientos que ocupará desde ahora la casilla del 11-S en mi álbum invisible de efemérides es la noticia protagonizada por un equipo de científicos españoles del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) que ha logrado reproducir por primera vez células madre embrionarias en un organismo vivo, hallazgo publicado en la revista ‘Nature’ y con el que se abre, según los especialistas, un esperanzador campo de posibilidades a la llamada ‘medicina regenerativa’.
Más allá de las posibilidades científicas para la regeneración de órganos y otros avances cuya importancia técnica se me escapa, el hallazgo de los investigadores del CNIO me resulta ilusionador por lo que encierra de ejemplo a seguir. Su éxito es fruto del esfuerzo y de la experimentación tenaz, no el producto de un trabajo rutinario y repetitivo. Me resulta estimulante saber que, aun con la que está cayendo en el campo de la investigación y de la ciencia, existen equipos como el que lidera en el CNIO el director del Programa de Oncología Molecular y jefe del laboratorio de Supresión Tumoral, Manuel Serrano, para seguir trabajando por las cosas que son importantes para la sociedad. Sin distraerse, encima, por el relumbre de otras efemérides. Mi enhorabuena.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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