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Sobreactuaciones

NO sé si un país capaz de convertir las peripecias de un partido de fútbol en el asunto público más apasionado es un país feliz, pero desde luego es un país blindado contra cualquier insurrección. Aquí no vende la revolución ni aquel viajante del que hablaba Camba que vendía revoluciones de bolsillo… Si un extraterrestre llega a España y asiste a los debates que encienden las tertulias en los bares concluirá que somos un país de futboleros que atravesamos dificultades económicas pero no trances tan graves que no se puedan amortiguar con varios programas de entretenimiento en la tele o con alguna polémica deportiva entre los grandes de la liga. En resumen, una balsa de aceite.
Un país donde se acaba disculpando el latrocinio o la incompetencia porque la fe en los políticos hace años que se perdió y, lloviendo sobre mojado, ha crecido la mala hierba argumental de que los políticos «son todos iguales» y van a las suyas. Del desencanto se pasa al distanciamiento y de ahí directamente a la desafección. Eso sí, dejando un espacio libre que ocuparán, –rentablemente– quienes sí saben aprovechar el ‘desinterés’ ajeno por la política.
Aunque el extraterrestre pueda pensar que aquí se ata a los perros con longanizas y que las mayores diatribas naufragan en la barra del bar porque las discrepancias se limitan a plantear si era penalti o no era penalti determinada jugada –por lo general, del Real Madrid o del Barça–, somos el país de los excesos y de las contradicciones. Un país donde son multitud los laicos que eluden displicentemente abordar cuestiones relacionadas con el Vaticano o con el Papa, salvo que el sumo pontífice diga algo a favor de sus tesis, y en ese lugar surgen los voluntarios, ahora sí, más papistas que el papa, para pegar capones dialécticos a sus adversarios aprovechando el viento favorable de alguna idea, de alguna declaración, que interpretan acorde a sus intereses.
Un ejemplo bien ilustrativo lo tenemos en las reacciones que ha suscitado la entrevista que el papa Francisco concedió a una revista jesuita. Juan Manuel de Prada expresaba en ABC su particular discrepancia con alguna de las reflexiones de Francisco respecto a las duras críticas contra el matrimonio homosexual y el aborto: «Estuve durante muchos años entregándome al martirio, en un combate con el mundo que me ha dejado hecho jirones, con mi carrera literaria tirada en la papelera y convertido en el hazmerreír de todos mis colegas», se lamenta Prada, porque «he sentido», añade, «que he hecho el canelo durante todos estos años».
¿Y cómo podía faltar en esta galería de excesos, en esta pasarela de sobreactuaciones, tan española, la aportación del ínclito Sánchez Dragó? Con su proverbial facundia, Dragó se refiere a Francisco como «el cura obrero que va camino de convertirse en el papa más cochambroso de la historia», mientras le pide que «¡… regale a un chatarrero el cuatro latas y devuelva a la Iglesia y a su cargo el decoro que merecen! ¿Un Papa en coche de hippie y con eccema? ¿Un Vaticano pobretón? ¡Compostura, amigo, compostura!», reclama Dragó, y se queda tan ancho…

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Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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