El otro día vi que un hombre de mediana edad, acompañado por un perro, estaba sentado, pidiendo limosna en una de las avenidas principales de la ciudad en que vivo. Había colocado junto a sus pies un sombrero con la copa hacia abajo, que le servía de escudilla para recoger las monedas. Al lado del sombrero, un trozo rectangular de cartón reclamaba la atención de los paseantes con un mensaje directo que probablemente le ahorraba tener que abrir la boca para mendigar: «Si quieres, puedes». Qué tipo más listo, pensé. No apela, como otros mendigos a su origen: «Soy andaluz…», o a sus circunstancias: «Padre de familia, acepto también comida…». Su estrategia es resumir en una frase la ‘idea’ y hacer que esta te golpee. Así de simple.
Arquímedes resumió el principio físico de la palanca con unas palabras que han pasado a la historia: «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo». Si en vez de situarnos en el terreno de la física lo hacemos en el de la política, parafraseando al matemático griego diríamos: «Dadme una idea y moveré el mundo». Ese es otro de los peligros que acechan a esta sociedad de ‘cultura mosaico’ que se está consolidando con las redes sociales y el prestigio de una sabiduría que pone el acento en la ‘brevedad’, en la síntesis del puro lema, del eslogan, en ese nuevo paradigma que representan los tuits…
Diréis que el empeño por la brevedad, el esfuerzo por el mensaje concentrado no es de ahora. La historia está repleta de casos en que las masas se movían a partir de que cristalizaba una idea en el imaginario público: los ‘salvajes’ no tienen alma y pueden ser atacados; el ‘enemigo’ es malo y hay que destruirlo para evitar que él nos ataque y arrase nuestras ciudades; los ‘capitalistas’ son inmorales y explotan sin piedad al género humano; los ‘rojos’ son diabólicos y quieren acabar con la propiedad privada; los ‘judíos’ aspiran al poder mundial; los ‘islámicos’ toleran el terrorismo; los nacidos en otra tierra son ‘diferentes’ y ‘peores’ que nosotros…
Basta abrir un manual de Historia Universal por cualquier página para encontrar ejemplos ilustrativos de lo que digo. Según la sabiduría popular, nada hay más peligroso que una idea, especialmente cuando es la única que se tiene. Yo desconfío de las ideologías, de las realidades complejas del mundo que pueden resumirse en cuatro palabras. Entre otras cosas porque más que ideas me parecen eslóganes, lemas, frases propagandísticas… De igual forma que resulta inimaginable un cuerpo humano que sólo tuviera una célula, parece increíble un cuerpo ideológico –una concepción racional del mundo, de nuestra realidad– con una sola idea.
El éxito de las fórmulas nacionalistas (en mi opinión una de las rémoras emocionales que sigue lastrando al hombre en pleno siglo XXI) es que consiguen alambicar la interpretación de su historia hasta obtener un producto depurado, una idea que puede utilizarse ya como arma arrojadiza. Así, la idea, el lema, el eslogan puede ser «somos diferentes y tenemos derecho a la independencia» o ese «España nos roba» que se empeñan en propalar los furibundos del independentismo catalán.