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Oh, la felicidad

YO creía que uno de los conceptos más relativos que existen en el mundo es el de la felicidad, una especie de dios intangible adorado por todos a pesar de que nadie conoce su rostro ni sabe con certeza el paraíso que habita. Sin embargo, después de oírle decir al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que en España «los salarios no bajan, suben con moderación», creo que los conceptos más relativos que existen en el mundo son dos: las estadísticas sobre los salarios y el criterio que utiliza Montoro para establecer lo que es verdad y lo que es mentira. «Ahora que vamos despacio, / vamos a contar mentiras, tralará, / por el mar corren las liebres, / por el monte las sardinas, tralará». Y así un buen rato. Incluso con letras adaptadas a la situación de cada cual.
La felicidad, sin embargo, es un asunto mucho más serio que las consideraciones –con todos los matices que se quiera– del singular ministro de Hacienda. Según el segundo Informe del Instituto Coca-Cola de la Felicidad, elaborado tras consultar a más de 3.500 personas, la felicidad de los españoles se hunde debido a la crisis económica. Las estadísticas son contundentes: en 2007 se declaraban felices el 82 por ciento de los encuestados, mientras que esa cifra desciende en 2013 hasta el 54 por ciento. Y podía ser peor: en 2010 la cifra se quedó en un raspado 52 por ciento… El informe constata una realidad confirmada por la tradición popular gracias al compositor argentino Rodolfo Sciammarella: «Tres cosas hay en la vida, / salud, dinero y amor. / El que tenga estas tres cosas, / que le dé gracias a Dios».
El informe analiza aspectos muy concretos y en lo relativo a comunidades autónomas, los extremeños somos por lo visto los más felices, seguidos por aragoneses, navarros y cántabros. El que no se conforma es porque no quiere. Se ve que Dios aprieta, pero no suelta.
La felicidad es una aspiración muy trascendental y muy arriesgada. Hay un poema tremendo de Borges titulado ‘Remordimiento’, en el que lamenta los vericuetos que han gobernado su existencia. «He cometido el peor de los pecados /que un hombre puede cometer. No he sido / feliz. Que los glaciares del olvido / me arrastren y me pierdan, despiadados. / Mis padres me engendraron para el juego / humano de las noches y los días, / para la tierra, el agua, el aire, el fuego. / Los defraudé. No fui feliz» (…) No me abandona. Siempre está a mi lado / la sombra de haber sido un desdichado».
Lo extraordinario de la felicidad es que a pesar de las tres cosas de la canción (salud, dinero y amor), de las singulares estadísticas de Montoro o de los informes demoscópicos sobre la cuestión, puede sorprendernos en cualquier instante. No es preciso poseerla, a veces basta con presentirla para ser felices, igual que esos aficionados a los juegos de azar para quienes el verdadero disfrute está en el tiempo que pasan aguardando la fortuna, imaginando lo que harán cuando les sonría la suerte. A Jacinto Benavente se le atribuye una frase que resume muy bien lo que quiero decir: «La felicidad no existe en la vida. Sólo existen momentos felices».

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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