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Te conozco, pajarito

LA otra tarde volvía en coche de asistir al funeral de una persona entrañable. Para distraerme de la melancolía de la pérdida, puse la radio. Entrevistaban a José Luis Balbín, el veterano periodista que dirigió y presentó un programa muy recordado de TVE, ‘La clave’. Alejado de complacencias y me parece que suficientemente lúcido, Balbín explicaba que no le interesan los debates en las tertulias «de ahora» porque además de que los invitados se gritan e insultan entre sí, se conoce de antemano lo que van a decir. Todo es aburrida y disparatadamente previsible.
A mí me ha invadido también esa sensación al oír o escuchar a quienes participan de forma habitual como tertulianos, contertulios o invitados en programas de radio y televisión. Es la sensación de estar escuchando intervenciones de «periodismo de camiseta», por utilizar la expresión que ha importado al universo informativo español el Tata Martino, entrenador del Barça. A Balbín le aburren ese tipo de programas y a mí me aburren y en cierto modo también me escandalizan. La política está fagocitando diariamente a decenas de periodistas, informadores y publicistas a quienes convierte en papagayos reproductores de sus consignas y argumentarios, reduciéndolos, en una palabra, a la condición de simples voceros.
Cuando se creía superada históricamente la etapa del periodismo militante o periodismo de partido, se reavivan las malas artes del ‘periodismo de camiseta’ pero no solo en el universo futbolístico, sino en el de los medios en general; un ‘periodismo militante’ me temo que cada día con seguidores más ‘forofos’ y entusiastas. Con seguidores que renuncian a la incertidumbre de lo que van a ver o a escuchar y prefieren las anteojeras, el prejuicio ideológico o el lugar común. Seguidores que prefieren rendirse ante la dosis de su menú conocido. Seguidores que al contrario de lo que les ocurría a quienes disfrutaban con ‘La clave’, no quieren correr el riesgo de aventurarse por los caminos que desbrozan la razón y los debates abiertos, sin apriorismos impuestos.
Cuántas veces se ha citado el ejemplo de Walter Cronkite, el legendario presentador de la CBS, del que nadie, ni demócratas ni republicanos, podía decir nunca que supiera en realidad a quién se sentía más próximo. Intente hacer, amigo lector, un ejercicio de imaginación y piense en los periodistas, informadores, publicistas, contertulios, etcétera, a quienes ve, escucha o lee de manera habitual. Hágase después la pregunta que se hacían los norteamericanos ante la figura de Walter Cronkite.
Las emociones que despierta la palabra no pertenecen de ninguna manera a la realidad, «pues la realidad no es de índole emocional», como bien señalaba hace años el periodista Carlos Luis Álvarez, ‘Cándido’, que abundaba en esa idea: «Cuando decimos que la realidad es evidente, no hacemos sino teñir de subjetivismo la realidad. Lo que es evidente es la idea que nosotros tenemos de la realidad». Es la diferencia, aclaro yo, entre la realidad que opera en un fajo de billetes verdaderos y la realidad de un fajo de billetes falsos para el timo del ’tocomocho’.

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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