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Aprendices de brujo

CUALQUIER persona que haya conocido con detalle los sustratos que alimentan el sentimiento nacionalista –y me refiero a cualquier nacionalismo– sabe que un factor imprescindible para mantener viva esa hoguera es la mitificación. Sin mitos no hay nación. De hecho, ‘mitificación’ y ‘nacionalismo’ deben de ser palabras sinónimas. Al menos a mí me lo parecen.
En el instante en que opera el factor ‘mitificación’ la ‘mecánica humana’, si puede decirse así, deviene en algo distinto. Por explicarlo con un ejemplo. Si hasta ese día el hombre ha respirado a pulmón libre, desde el instante en que se ve dominado por el sentimiento nacionalista ocurre algo inusual: es como si su sistema de respiración sufriera de pronto una metamorfosis vertiginosa y se viera impelido a respirar por branquias de forma que en vez de seguir moviéndose en la atmósfera de aire puro y pulmón libre estuviera condenado a transformar su naturaleza y acabara en un medio acuático, convertido en una especie de pez que se moverá ya siempre, con firme instinto gregario, junto a los demás componentes del banco…
Ahora nos sorprende la aceleración vertiginosa que ha adquirido el proceso de ‘mitificación’ que promueven ciertos nacionalistas catalanes, bastante aficionados a hacer de aprendices de brujos no con gaseosa, sino con gasolina. ¿Qué quieren que les diga? No me gustan nada las nuevas vísperas…
Supongo que es muy difícil alcanzar acuerdos, establecer puntos de encuentro cuando en vez de hechos históricos se contraponen leyendas, tergiversaciones, visiones interesadas o simplemente mitos. Es muy difícil reconocer al ‘otro’ cuando uno se empeña en reparar únicamente en lo diverso y no en lo común. Cuando aspiras a subrayar lo que separa en vez de lo que une.
Habrá quien crea que esos principios obedecen a estrategias políticas y que sobre ellos se puede edificar con futuro… Qué error. Únicamente los principios morales, cívicos, que trascienden las miserias y las contingencias del instante permiten confiar en obras de carácter intemporal y duradero; proyectos sobre los que edificar, en resumen, una sociedad. Lo demás es filfa, tramoya, cañahejas con las que levantar un chamizo que se vendrá al suelo al primer vendaval.
Por eso lo disparatado, lo endeble, lo inconsistente del proyecto nacionalista catalán. No porque se trate de una aspiración injusta o alimentada de mitos, sino porque se trata de una aspiración injustificada; es decir, no argumentada, no construida sobre principios de valor universal: la justicia, la solidaridad con los débiles, la generosidad con el contrario…
Se han citado muchas veces los versos del poema ‘Spoon river, Euskadi’, del libro ‘Suma de varia intención’, (1987), de Jon Juaristi, en los que revolotea la sombra de la barbarie terrorista en el País Vasco: «¿Te preguntas, viajero, por qué hemos muerto jóvenes, / y por qué hemos matado tan estúpidamente? / Nuestros padres mintieron: eso es todo».
Cuánto siento que para los nuevos aprendices de brujo, vengan como anillo al dedo esos versos de Jon Juaristi.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


diciembre 2013
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