Cuando yo era niño anhelaba siempre dos momentos gozosos: la hora en que abrían la biblioteca pública (todos los domingos, después de misa) y las incursiones iniciáticas a la leñera buscando entre sus ramas horquillas para hacer tirachinas o ‘tirantillos’, que es como los denominábamos los muchachos por entonces. Durante los veranos el anuncio de […]