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El signo de los tiempos

La política lleva camino de convertirse, igual que la economía, en una ciencia tan errónea al intentar prever el futuro como al analizar el pasado… Se equivoca incluso con carácter retroactivo. En todas las direcciones. Basta echar un vistazo a la historia de las grandes crisis económicas (¿quién anticipó el ‘crack’ del 29 o la burbuja de las punto.com, por ejemplo?) y al surtido álbum de cataclismos políticos durante los últimos quinientos años. Pongo el parche antes de la herida: invito a la reflexión con perspectiva porque hoy quiero hablar de Podemos, un movimiento capaz de provocar urticaria y sacar de quicio a los ‘profesionales’ (y arrimados) del espectro político habitual.
‘¿Quién teme a Pablo Iglesias?’ se preguntaba Juan Manuel de Prada el sábado pasado en ‘Abc’. Yo discrepo de algunas de las premisas que sostiene Prada en su columna, pero estoy de acuerdo con la tesis central: «Pablo Iglesias provoca miedo porque tiene un ‘relato’, una visión del mundo, en definitiva porque cree en unos principios», aunque el autor de ‘Las máscaras del héroe’ considere ‘erróneos’ tales principios. La clave es sencilla: en el ecosistema político están quienes se mueven por intereses y quienes lo hacen por principios. Prada concluye que el Pablo Iglesias de Podemos está entre estos últimos. «Quienes se mueven por intereses», escribe, «siempre han sentido pánico ante quienes se mueven por principios, sin importarles que tales principios sean acertados o erróneos. Tienen miedo a Pablo Iglesias; y, para vencerlo, tratan de inspirárselo a su clientela, agitando el espantajo del comunismo. No pueden combatirlo honorablemente porque no tienen otros principios contrarios que oponerle, por la sencilla razón de que no creen en ninguno». Fin de la cita. Estoy totalmente de acuerdo con Prada. Por esa razón también me causan regocijo las reacciones que suscita la figura y la trayectoria del líder de Podemos, reacciones que considero, en su desproporción, de elocuencia más que freudiana… Creo que la irrupción de este movimiento social no es ni circunstancial ni intrascendente. Quienes pretenden reducirlo a pura caricatura me parece que se equivocan tanto como quienes lo tachan de pura anécdota. Quizás se equivocan con la misma capacidad de anticipación que mostraron los agricultores aquellos que exclamaban el primer día del Diluvio Universal: «¡Qué buena cosecha vamos a tener este año!».
Y que nadie se llame a engaño, no expreso apoyo personal o confianza a una determinada opción, me limito a constatar lo que parece una evidencia. En España, como bien recordaba en estas mismas páginas Teodoro León Gross, no suele votarse con la cabeza sino «decepcionado, entusiasmado, enfurecido, pero rara vez serenamente persuadido por la fuerza de la razón». Yo creo que Podemos no necesita siquiera un programa electoral, le basta con ser el catalizador del desafecto y del malestar que cultivan a diario quienes no ven que estamos inmersos ya en un cambio de era. Por eso Podemos no tendrá que sentarse a ver pasar el cadáver de su enemigo: hasta el tiempo corre a su favor.

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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