En España, durante décadas, la fecha que hoy marca el calendario representaba mucho más que un día del mes, representaba un símbolo de la historia, una cifra fundacional siempre presente. Durante décadas el 18 de Julio (así, con mayúscula) fue día festivo nacional, sirvió para bautizar una paga extra, dio nombre a hospitales, cooperativas, hermandades, ambulatorios, centros públicos diversos y constituía en sí mismo un sinónimo perfecto del Régimen (también con mayúscula).
En 2006, cuando se cumplieron 70 años del denominado ‘Alzamiento nacional’, algunos periódicos encargaron encuestas para evaluar el grado de conocimiento de aquellos hechos entre la población actual. Hubo datos sorprendentes: según la encuesta de ‘El Mundo’, por ejemplo, la mitad de los españoles consideraba en 2006 que la sublevación militar del 18 de julio de 1936 contra la II República fue ‘un golpe de Estado’ carente de justificación, mientras que uno de cada tres encuestados creía que fue una sublevación justificada por los episodios de caos y violencia vividos entonces. La encuesta publicada por ‘El País’ revelaba, entre otras circunstancias llamativas, que «sólo el 4,4% admite que el 18 de julio le inspira sentimientos positivos; para el 61% son negativos» y que «un 17% teme que ahora podría repetirse un golpe de Estado como el de 1936». Ese último dato impresiona, visto con perspectiva y teniendo en cuenta que España llevaba ya, cuando se realizó el sondeo, dos décadas de miembro de pleno derecho de la Europa comunitaria… En fin.
Nadie puede evitar las especulaciones acerca de cómo hubieran evolucionado los acontecimientos si no se hubiera producido el 18 de Julio. La columna de Manuel Alcántara publicada en HOY el 18 de julio de 2006 se titulaba ‘Un largo camino’. El poeta y maestro de periodistas dilucidaba a su manera la cuestión: «Siempre nos faltará un dato: ¿cómo hubiera sido esta represión, si en vez de los hunos, con hache, que decía Unamuno, ganaran los otros? La falta de magnanimidad con los vencidos solo pueden exhibirla los triunfadores. A quienes han sufrido la derrota no les es posible demostrar su generosidad, ya que no tuvieron la oportunidad de ejercer la benevolencia».
Tres cuartos de siglo después de aquellos sucesos trágicos –y pocos episodios cabe imaginar más trágicos que una guerra civil– el 18 de julio ha desaparecido formalmente de la ‘cartelera’ y solo alimenta artículos periodísticos y, claro está, investigaciones históricas. Imagino que dentro de unos años será una fecha fagocitada por el olvido en la que apenas quedarán rastros de su tremenda carga emocional, de la significación que acumuló durante décadas para millones de españoles. Creo que a quienes les tocó vivir los años postreros del franquismo y sobre todo para los españoles más jóvenes, el 18 de julio no es otra cosa que la casilla de un día en el calendario. Y me parece que es bueno que sea así, una fecha erosionada por el olvido, un naufragio de la memoria. Las dudas de que sea bueno ese olvido me invaden, sin embargo, cuando se oyen ahora los tambores atávicos de los nacionalismos. Ahora no sé.