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Massa Solís, definitivo

En Extremadura tenemos pintores y artistas a quienes probablemente les reserva más generosidad el mañana que el ayer. Artistas que suelen dejar tras de sí la estela de una obra muchas veces asombrosa y la sensación de una falta de reconocimiento tremendamente injusta. Pintores como José Massa Solís, cuya entrega profesional durante décadas atravesó vericuetos que forjaron su carácter y su natural bonhomía. Lejos de arredrarse ante las dificultades, Massa ha demostrado ser una persona que no deja vencerse por las adversidades ni permite que decaiga su vocación. Y no estoy haciendo ‘valoraciones’ artísticas, hablo de ese universo invisible que conforma la personalidad del espíritu creador, la persistente llamada de quien salda cada jornada la deuda con la pasión que alimenta su vida, sea esa pasión la pintura, la escritura, la música…
Al contrario de lo que ocurre con algunos genios artísticos coronados por la incomprensión y el misterio, la trayectoria de Massa Solís ha gozado siempre del favor del público. No tiene desde ese punto de vista zonas de sombra. Podría decirse que sus cuadros, desde las primeras series dedicadas a los paisajes y monumentos destacados de Extremadura hasta las más recientes de retratos encendidamente ‘pop’, consiguen enlazar enseguida con el gusto de un espectador deseoso de emocionarse ante la belleza serena del paisaje o el colorido vitalista de los rincones monumentales. Un espectador que no busca, en resumidas cuentas, sentirse perturbado por el fondo o las formas desasosegantes. Todo lo contrario más bien. Porque la obra de Massa Solís es un permanente homenaje a la belleza amable, dulce, sensible; un tributo al encanto que emociona sin apabullar.
A pesar de los inconvenientes y contrariedades que le supuso la creación y luego ‘desaparición’ de un museo personal en Cáceres (desde hace pocos años el grueso de su obra está dignamente representada en su localidad natal, Miajadas), José Massa Solís no consintió que le vencieran la adversidad ni el rencor. Firmeza y determinación. En vez de precipitarse a depurar la tristeza se ha dedicado a reinterpretar con su particularísimo estilo el gozo de casi veinte obras muy conocidas de impresionistas franceses y de grandes maestros españoles.
Y justo con ese título, ‘Homenaje a los impresionistas y maestros españoles’ expone ahora en el Gran Café de Cáceres 19 creaciones en formato de obra gráfica seriada entre las que figuran ‘Almuerzo campestre’, de Manet; ‘La comida de los remeros’, de Renoir; ‘La clase de Danza’, de Degas; ‘La habitación del pintor en Arles’, de Van Gogh; ‘Playa de la Malvarrosa’, de Sorolla; ‘Impresión, amanecer’ y ‘Nenúfares en Giberny’, de Monet; ‘Verano’, de Mary Cassatt; ‘Pastoral’, de Matisse; ‘Baile en en Molino Rojo’, de Toulousse Lautrec ; ‘Las Meninas’, de Velázquez; ‘La adoración de los pastores’, de El Greco; ‘Las señoritas de Avignon’, de Picasso; ‘La persistencia de la memoria’, de Dalí o ‘La gallina ciega’, de Goya. La muestra fue inaugurada ayer, 20 de noviembre y permanecerá abierta hasta el 18 de enero.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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