En las películas de Alfred Hitchock son habituales los ‘Mcguffins’. ¿Qué es un ‘Macguffins’? Un elemento introducido en la trama para atraer el interés del espectador sin constituir un aspecto esencial del argumento; es decir, un ‘Mcguffins’ es un recurso para incrementar el suspense pero que no alberga la clave de la película. Una pista falsa o una forma perspicaz de distraer la atención.
La realidad política española y la extremeña también están plagadas de ‘Mcguffins’, aunque sospecho que sin la sutil elegancia de las tramas de Hitchock sino más a lo rústico, con la estética de las películas chinas, plagadas de trucos ramplones. Mientras hay quien se entretiene con las andanzas del ‘pequeño Nicolás’ o con la contestada propuesta de vender en Mérida la antigua sede de la Presidencia de la Junta y residencia oficial de los presidentes electos de Extremadura durante 28 años, o sea, durante siete legislaturas, en toda España crece la preocupación por la corrupción hasta niveles de alarma y por aquí el personal tiene formada su composición de lugar respecto a los 16 viajes (32 vuelos) a Canarias.
Según datos del último barómetro del CIS difundidos ayer, el 63,8 por ciento de los ciudadanos sitúan la corrupción como el segundo problema nacional, tras el paro. Una cifra que en el mes de octubre era del 42,3 por ciento y hace un año, en noviembre de 2013, preocupaba al 31,8 por ciento de los españoles. A esa situación contribuirán sin duda las especulaciones acerca de la posibilidad –legal, por supuesto– de que que el juez Ruz, instructor del sumario del caso Gürtel y de los llamados ‘papeles de Bárcenas’ y ‘caso de la Caja B’ del PP pueda ser apartado del mismo o aplazada su renovación hasta después de las elecciones… Todo legal, faltaría más.
De la misma forma que en las películas de Hitchock y de los maestros del suspense lo importante no son los ‘Mcguffins’, en la política real lo que cuenta no son tampoco los gestos para la galería ni el márquetin de baratillo sino la eficacia en la gestión, la transparencia y la verdad. Solo así pueden mantenerse proyectos con credibilidad suficiente para ser percibidos como beneficiosos en general, no como iniciativas sectarias o propuestas de intereses partidistas.
Obsesionados con la tramoya del márquetin de andar por casa y el argumentario papagayo del «y tú más», distraen nuestra atención con trivialidades o con agravios que únicamente interesan a los de la cuerda mientras los asuntos serios –el verdadero argumento de la película– se agravan día a día. Estamos siendo víctimas de una política de aspavientos, de gestos vacuos. El resultado de tales insensateces lo refleja el último barómetro del CIS al evaluar el pesimismo ciudadano respecto a la situación de la economía y la política. Nada menos que un 84,9 por ciento califica de mala o muy mala la situación económica. Se ha dicho por activa y por pasiva, pero hay que insistir de nuevo: frente a la corrupción solo cabe el rearme moral y la ejemplaridad. La justicia, no el ajuste de cuentas. Y al que dude, que memorice a Confucio: «Antes de embarcarte en un viaje de venganza, cava dos fosas».