Hay un viejo chiste en que dos agentes cumplimentan un atestado en una carretera junto a los restos del accidente. El que redacta el informe repara en un fragmento que está en el suelo y le pregunta al compañero: «¿Cómo se escribe arcén, con hache o sin hache?», entonces el otro le pega una patada al objeto, que sale rodando y le dice al compañero: «pon cuneta». Santas pascuas.
En la vida diaria ocurre lo mismo, hay quien no se anda con complicaciones. Ante la duda pegan un regate a la dificultad y se acabó la historia. La pieza a la cuneta. Igual ocho que ochenta. El recurso del chiste quizás pueda resultar aconsejable para los estudiantes obligados a sortear la falta de ortografía, sin embargo parece un principio de conducta poco edificante en otros ámbitos de actuación.
Hay circunstancias que son intercambiables, pero todas no, compadre. Por ejemplo, en el vídeo tan polémico estos días (perpetrado al parecer con la benéfica y ¡humorística! intención de echarse algo de incienso los gobernantes del PP de Extremadura) necesitaban la imagen de una Virgen y ¡hala!, para qué complicarse la vida, como al cabo teológicamente todas las Vírgenes son la misma Virgen, pues la imagen del Paso Blanco de la Virgen de la Amargura, de Lorca (Murcia) y santas pascuas. Qué más da Extremadura que Andalucía o que Murcia. Será por sentido del humor.
Aunque para ser completamente justos, la que podríamos denominar ‘teoría de los valores equivalentes’ no es nueva ni su aplicación se circunscribe a la elaboración de atestados por accidentes, exámenes estudiantiles o producciones videográficas de ocasión. Esa teoría es la que aplicaba –quizás sin ser consciente de ello– la cortesana francesa Diana de Poitiers hace cuatro siglos cuando manifestaba que «los años que una mujer se quita no se pierden, se añaden a los de las otras». En el caso de la Poitiers la ironía es evidente y pareja a la inteligencia de su frase. ¿Qué más equiparable que una edad de la que no se quiere presumir? Idéntica a la humorada que multiplican las redes sociales durante las Nocheviejas como pío deseo para empezar el año: «Señor… si yo no puedo adelgazar, haz que engorden todas mis amigas. Amén». Valores equiparables.
Si el carril de la salida fácil se limita a situaciones anecdóticas, a circunstancias donde predomina lo intrascendente quizás no haya que alarmarse en demasía… Pero si la apuesta por el mínimo esfuerzo, por la improvisación adquiere ciertas dimensiones y se repite con frecuencia, es decir, si el lobo ‘enseña la patita’, cuidado, ya no estamos ante un pasota sino ante un chapuza. Es otro cantar. Quiero decir que en tales casos no cabe tomárselo todo a chufla. Ni creer que da igual ocho que ochenta. Pura filfa.
Hace poco yo mismo abogaba por la conveniencia de tomarse la actualidad con humor, aceptando la terapia de la risa, el mejor remedio para no confundir seriedad con solemnidad ni verlo todo negro o con el gesto adusto. Hay que compartir la risa. Pero para reírnos todos y entre todos, nunca para que se reían de nosotros. Eso no tiene gracia.