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Distancia y humor

El humor es una medicina que debe dispensarse sin receta. Y más en ciertas situaciones. El humor puede utilizarse como un filtro que deja pasar la luz pero sin dañarnos ni deslumbrarnos. La realidad observada con sentido del humor resulta menos inhóspita y más tolerable. Por eso nadie habla en contra del humor ni nos previene de sus perjuicios.
De adolescente tuve un compañero de instituto que en cuanto alguien le contaba quejumbroso el desengaño sufrido por algún amor contrariado, siempre le respondía lo mismo: «Pues ahora tú imagínate a X, (la chica de turno) recién levantada dentro del baño…», y proseguía la descripción de la escena con tales detalles escatológicos o subidos de tono que el ‘compungido’ o se echaba a reír o renunciaba de inmediato a buscar consuelo y se alejaba horrorizado por el panorama que le estaban pintando…
Las expresiones de mi compañero de instituto eran bastante indecorosas –yo diría que hasta muy soeces–, pero su proceder sin embargo siempre lo consideramos bienintencionado. Digno de aplauso. En el fondo él recurría al humor como una terapia, lo utilizaba para desprenderle la venda de los ojos a alguien obnubilado por una manera concreta de ver la realidad, aunque se tratara de un efervescente enamoramiento juvenil… Supongo que en la vida hay ocasiones en que es preciso que nos quiten la venda de los ojos (sobre todo a partir de hoy, que empieza la campaña electoral) y cuánto mejor si es con una sonrisa, no con los modos desabridos de la política trapacera.
Yo creo muy recomendable aplicar el prisma del humor a todas las actividades de la vida, pero de forma especial a las de la política, pues si hay un antídoto efectivo contra las supersticiones y engaños de la política es precisamente el humor. Y ante todo cuando la política deviene, como ocurre en ciertos casos, en puro espectáculo, en filfa de tramoya, marquetin y simples ocurrencias.
Además de una vacuna contra cualquier forma de fanatismo y de intolerancia, el humor es también una manera redentora de mirar lo que nos circunda. Según el psicólogo Luis Muñiz, «el humor es transgresión, nos obliga a crear una interpretación distinta de las cosas, por eso la religión y la política tienden a excluir el humor, al que temen más que a las bombas. Cuanto más dogmática es una sociedad, menos sentido del humor hay en ella».
Igual que en ciencia se recurre al método prueba y error, a las falsedades que se nos presentan rotundas y persistentes deberíamos enfrentarle el humor, la ironía, el distanciamiento escéptico como un reactivo capaz de desvelar la auténtica naturaleza del género de contrabando. Además de terapia, el humor puede servir asimismo de rayos X para descubrir las verdaderas intenciones que perfila el revés de la trama. Las falsedades ocultas. ¿Cabe algo más saludable y divertido que sentarse a escuchar proclamas interesadas mientras adivinamos los esfuerzos de sus autores para que no se les noten los trucos? Observar la realidad desde la cerradura del humor es óptima terapia y un premio que no pueden birlarnos.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


mayo 2015
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