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Del yo y el nosotros

En democracia la política es la gestión de lo común, no de lo propio. Por eso cuando algún político abusa del ‘yoísmo’, de los postulados ególatras, personalistas, me pongo en guardia. No espero nada bueno de los representantes públicos a quienes no se les cae el yo, yo, yo, de la boca. Como decía el francés Bernard Tristán, «el arte es yo; la ciencia es ‘nosotros’». El cultivo del yo –y hasta la pura egolatría– pueden resultar recomendables para escritores, adolescentes enamorados y diaristas, pero en política mejor lo común: el nosotros. Es sintomático.
Ocurre que el ejercicio de la política en estos tiempos reclama una cierta teatralización y puesta en escena a la que aparentemente le va muy bien cualquier discurso expresado desde el punto de vista personal. Es como si al político le hubieran recomendado: «Tú háblales en primera persona, cuenta las anécdotas como si te hubieran sucedido a ti y cuando anuncies algo que beneficia a la comunidad, exprésalo de manera que parezca que eres tú personalmente quien lo ofrece». ¿Ejemplos? Inundan los archivos y las hemerotecas.
Que una determinada práctica sea efectiva para ‘comunicar’ bien no quiere decir que deba tolerarse y acabar convirtiéndose en algo habitual en las intervenciones de los líderes políticos. Entre otras cosas porque constituye de hecho una especie de ‘usurpación’ de funciones, ya que se diluye el discurso del ‘nosotros’ (el del partido que sea) por el discurso del ‘yo’, el del líder o delegado que trata de presentar como propio, como individual, lo que en realidad es el guión de un colectivo… Si recurriésemos a este criterio para detectar los niveles de egotismo, autobombo, fingimiento… en las intervenciones de los representantes políticos veríamos que se cuentan con los dedos de una mano los que superan la prueba del algodón.
Una de las circunstancias que me parecen más saludables de las nuevas formaciones políticas que se están incorporando al panorama nacional es, precisamente, que no llegan con el sonsonete del «yo, yo y yo», sino del «nosotros». Y quiero pensar que no es debido a su condición de recién llegados a la vida pública, sino al hecho de concebir la política en democracia sin resabios que afectan a la forma y al fondo, unos resabios que van desde la simple manera de comunicarse y la tramoya habitual en que se apoyan hasta la sinceridad y el valor de sus mensajes, de las propuestas concretas, las del día a día. No quiero decir con todo esto que atribuya automáticamente más valor a los mensajes y discursos de quienes utilizan con preferencia el «nosotros» frente al «yo», pero sí que me producen menos recelos. Puntos favorables.
La utilización del plural de modestia en los estrados y tribunas podría funcionar como el indicador infalible de que no estamos ante yoístas, ególatras o embaucadores. En fin, un sistema circunscrito al mismo universo lógico-deductivo de aquel personaje de Augusto Monterroso que proclama irónico: «Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista». Pues eso, de un vistazo.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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