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La varita mágica

Pocas historias más agradecidas que las de final feliz. Quienes se escandalizaron, se indignaron y se conmovieron cuando una reportera húngara zancadilleó e hizo rodar por el suelo a un refugiado sirio y a su hijo, ahora se alegran, se consuelan y se conmueven al conocer que la historia lleva camino de terminar bien. La reportera convertida con razón en la mala del cuento ha hecho posible sin embargo que la existencia de ese refugiado sirio, Osama Abdul Mohsen, cambie de la noche al día. Ya saben: el Centro Nacional de Formación de Entrenadores (Cenafe) de Getafe contratará a Osama como entrenador (fue técnico de un equipo de la Primera División siria) y le proporcionará vivienda en España para que pueda reagrupar a toda su familia en este país y empezar una nueva vida. De momento, Osama y los dos hijos que han viajado con él a España pueden sentirse arropados por una oleada de solidaridad que incluye agasajos, invitaciones al palco del Real Madrid y otras muestras de cariño y afecto. La recompensa al dolor.
Aunque ella no lo sabía, la reportera Petra László no puso la zancadilla con su pierna sino con la varita mágica de que se valió la diosa fortuna para que en aquel preciso instante hubiera cámaras que reprodujeran la escena por todo el mundo.
Esta historia me recuerda el famoso libro-reportaje de Gabriel García Márquez «Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre». No es que yo crea que Osama Abdul Mohsen no vaya a rehacer su vida y la de su familia en un país de acogida como España. No soy tan aguafiestas. Pero tampoco tan iluso para creer que los males se resuelven con placebos en vez de con medicamentos. Y la historia de Osama Abdul Mohsen es una dosis sentimental muy útil para que los espectadores de este drama que está viviendo Europa podamos sobrellevar la adversidad sin exceso de frustración o mala conciencia.
Constatar que hay historias «con final feliz» contribuye a soportar realidades desagradables como la de los refugiados a la búsqueda de la tierra prometida en la próspera Europa. Y más cuando las soluciones son fruto de iniciativas ciudadanas, del voluntarismo y buen corazón de la gente de la calle antes que de políticas coordinadas por las autoridades competentes… Esta es una historia personal, familiar, la historia de una náufrago, pero no caben engaños: el éxodo del que se ha librado Osama Abdul Mohsen afecta a centenares de miles de personas, trasciende por desgracia lo individual.
Cuando no existen soluciones mágicas cada palo debe aguantar su vela. Quiero decir que nadie debe desentenderse de los compromisos a título personal pero tampoco creer –ilusamente– que con pura y buena voluntad puede solucionarse un problema que concierne a todas las administraciones y responsables políticos de Europa. Si el enfermo precisa cirugía, de nada sirve recetarle un simple analgésico. Ni trucos de magia.

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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