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Acostarse con la verdad

Me fío más de un hombre que confía en sí mismo, aunque yerre, que de un profesional de las oportunidades. Y cuando digo de un hombre podría decir de un colectivo, de una sociedad, de un país. La prevención es aplicable también al ámbito de la política. Conozco a políticos profesionales ‘metafísicamente’ imposibilitados para ejercer cualquier acción pública que se han dado maña sin embargo para transgredir el principio de Peter y ahí siguen, amarrados al machito o, como diría Borges, fatigando a la infamia.
Y que conste que no es una cuestión ideológica, me temo que se da en todas las épocas y entre todo tipo de personas. Si aplicamos lo que yo denomino ‘el baremo Gladiator’ se desvelarían muchas trayectorias personales y comportamientos públicos incompatibles con las posiciones de liderazgo o de responsabilidad política. ¿En qué consiste ‘el baremo Gladiator’? Voy a tratar de explicarlo brevemente. En la película ‘Gladiator’, cuando el emperador Marco Aurelio presiente la muerte cercana trata de convencer al protagonista de la historia, el general victorioso Máximo Décimo Meridio de que le suceda para devolver el poder al Senado y que Roma sea una verdadera República. El general (Gladiator) muestra cierta renuencia y además le pregunta por su hijo, Cómodo, al que se consideraba heredero natural, previsto por todos… Pero la respuesta de Marco Aurelio no deja lugar a dudas. Es clarificadora. Contundente: «Cómodo es un hombre sin moral. Eso lo sabes desde siempre», contesta Marco Aurelio: «Cómodo no puede gobernar. Es más, no debe gobernar», concluye el anciano emperador.
En tiempos de política-espectáculo, de figuroneo, los ‘cómodos’ que priorizan las aspiraciones personales y el egocentrismo frente al bien común y al comportamiento moral se retratan a sí mismos.
Puestos a buscar ‘cómodos’, seguro que le sale una nómina bien nutrida. En Cataluña y en cualquier parte de España. Recuerdo que en la época de la Transición a la democracia tuve compañeros en la Facultad de Ciencias de la Información que eran muy críticos con algunas publicaciones denominadas ‘fachas’. Una tarde, en mitad de un acalorado debate sobre periódicos que valía la pena leer, el más izquierdista del grupo nos sorprendió a todos con una declaración inusitada: «Yo creo que el periódico ‘El Alcázar’ tiene una posición legítima porque todos los días se acuesta» dijo subrayando mucho las palabras, «con ‘su’ misma verdad, mientras los hay que un día se acuestan con la verdad que les interesa y al siguiente con la mentira que les conviene».
Ahora que lo pienso, lo que hacía aquel compañero de Periodismo es aplicar a su manera ‘el baremo Gladiator’. Es decir, apelar al criterio moral, al valor profesional que no se deja contaminar por servidumbres o intereses espurios. En esta vida vale equivocarse, tropezar, cometer errores…, pero no es de recibo mantenerse –en el ámbito que sea– cultivando el victimismo, cebando a nuestra costa la egolatría o proclamando con entusiasmo la fe marxista de Groucho: «Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros».

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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