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Premiar y premiarse

En el ámbito de la ciencia aumenta el conocimiento pero a la vez persisten ideas erróneas en la cultura popular que son difíciles de eliminar y combatir, como explicaba hace poco Mauricio-José Schwarz en un reportaje de ‘El Correo’ donde aludía a diez ‘mitos’ o ideas erróneas que se repiten como ciertas. Ideas tales como que solo usamos el 10 por ciento de nuestro cerebro, que en verano hace calor porque estamos más cerca del sol, que hay gente que usa más uno de los dos hemisferios del cerebro, que hay más partos y delitos en luna llena, que las vacunas causan enfermedades… Mitos, en una palabra. Tópicos.
Del mismo modo, en el imaginario popular perviven dichos y refranes cuya validez no parece universal. Por ejemplo, eso de «nadie es profeta en su tierra», fórmula muy socorrida para resumir las injusticias habituales con aquellos a quienes tenemos más cerca y acaso en menor consideración. ¿Siempre ha sido así? No creo. Basta repasar determinados periodos históricos de cualquier comunidad o grupo humano para percatarnos de que en la galería de retratos ilustres algunos desmienten el dicho: entre ellos todos los que lucen la orla de profetas y triunfadores en su tierra, aunque es verdad también que en esa galería siempre aparecerán, inevitablemente, huecos en blanco…
Ocurre que en ocasiones los reconocimientos llegan tarde y hay que esperar décadas o siglos para que se produzcan. O no llegan jamás, como esas piedras humildes del poema de León Felipe que no han servido «para ser ni piedra / de una lonja, / ni piedra de una audiencia, / ni piedra de un palacio, / ni piedra de una iglesia».
En el ámbito de nuestra región no conozco ningún instrumento social que haya contribuido con más intensidad que este diario al reconocimiento público de aquellas personas, empresas o instituciones volcadas en favor de Extremadura. Los Premios ‘Extremeños de HOY 2015’ que se entregan esta tarde en Mérida son una buena prueba de ello. Y sobre todo la labor diaria y el compromiso que desde hace más de ochenta años mantiene con la región.
Premiar, reconocer, es una forma de hacer pedagogía social. Más aún cuando se trata de reconocer méritos y valores vinculados a aspectos perdurables, no circunstanciales o perecederos. Si se repasa la nómina de galardonados durante las últimas décadas resulta obvio que no se trata de simples ‘triunfadores’ sino de personas o entidades que constituyen por sí mismas verdaderos referentes en sus parcela social. Triunfos conseguidos a través de la pasión, no fruto del azar o del oportunismo. Éxitos explícitos, evidentes, fáciles de explicar y de entender. Nada de postureo, como se dice ahora. Ni de superficialidad.
Yo creo que en la acción de ofrecer un reconocimiento público se produce también una cierta simetría pues quien premia aspira a verse reflejado, de alguna manera, en los valores y méritos de quien recibe el premio; es decir, en la defensa de la honradez profesional, la obra bien hecha y la elegante discreción.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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