Acaba el año y por estas fechas las columnas de los periódicos se llenan de balances y de citas de poemas de Jaime Gil de Biedma, entre otros el oportuno ‘Píos deseos para empezar el año’ o el ya popularísimo ‘De vita beata’. Es una tradición.
Una tradición a la que se atuvo el periodista Carlos Luis Álvarez (‘Cándido’) quien publicó un artículo titulado ‘El balance’ el 31 de diciembre de 1975
–hace hoy justo 40 años– con el que ganó el Premio Mariano de Cavia. Yo no quiero hablar ahora de ese artículo de ‘Cándido’ sino de otro que publicó meses más tarde titulado ‘El Renacimiento’, en el que mezcla con lúcida ironía estampas de siglos pasados con expresiones y escenas del momento político de España, entonces en plena transición a la democracia. «El último día de la Edad Media oscureció a la misma hora de siempre», arrancaba el artículo. Y al instante, un niño que corría «alegremente hacia la cama de su padre, gritando: ‘¡Papá, papá, el Renacimiento!’». La historía va enriqueciéndose con referencias a predicadores de las cruzadas, ángeles en actitud hierática, «jóvenes que gritaban ‘Se siente, se siente, Fra Angélico está presente’», una pancarta que proclama: «Sin libertad no hay Renacimiento»; provocadores conducidos a las mazmorras; con los «de la Mesta» nada dispuestos «a echar la Edad Media por la ventana» y una referencia a los poderes reales de los años setenta resuelta en cuatro líneas, –cuando todavía había que leer entre líneas– y para cuya interpretación no era precisa demasiada imaginación: «‘El Renacimiento ha venido, nadie sabe cómo ha sido’, decían los más ingenuos. ‘Como que no ha venido’, contestaban los viejos de la localidad, acariciándose las cicatrices».
Acariciándose las cicatrices. Sólo con tal expresión a esa altura del artículo el lector sabía ya de qué pugna entre poderes, de qué lucha de épocas, le estaban hablando. Ahí podía haber terminado la columna, pero incluía la revolera final: «No les faltaba razón. Pasaría mucho tiempo y aún se vería a un hombre gigantesco recitar de rodillas la más dolorosa abjuración que se ha oído nunca: ‘Yo, Galileo Galilei…’. Acaso el Renacimiento no ha llegado todavía», sentenciaba ‘Cándido’.
Muchos años después miro a mi alrededor y trato de adivinar qué hubiera escrito en este final de diciembre Carlos Luis Álvarez a la vista del país sumido en una encrucijada política y social que no llega tras décadas de dictadura sino tras un periodo de libertades políticas y de significativos avances, –aunque con claroscuros– en materia económica, de sanidad, educación… ¿Seguimos en nuestra particular Edad Media? ¿Acaso perviven ‘galileos galileis’ dispuestos a desmentir de manera tajante la llegada del Renacimiento?
Albergo más dudas que certezas. Desconfío de todos los comisionistas del paraíso, y acaso más que ninguno de quien intenta fundar su mérito sobre nuestro descontento pero sin acariciarse cicatriz alguna.