Dice un proverbio alemán que no hay ley sin agujero para quien sabe encontrarlo. Respecto a la justicia, es sabido que una cosa es la ley, o el derecho, y otra su intrepretación. Quienes no estamos muy familiarizados con los vericuetos de la justicia y el derecho solemos sorprendernos cada equis tiempo con noticias como esa de que no hubo ensañamiento en el caso del hombre que asestó 70 puñaladas a una mujer o en el de aquel que asestó 49 puñaladas a otro hombre sin que en opinión del tribunal se hubiera producido tampoco ensañamiento alguno. La jurisprudencia está repleta de decisiones en apariencia contradictorias que obedecen sin embargo a desarrollos argumentales fundamentados. Abundan los caminos inescrutables.
Dios me libre de juzgar y decidir si la infanta Cristina ha cometido un delito fiscal y debe ser condenada también en el ‘caso Nóos’. Allá los jueces. Lo que no me parece de recibo es la salida por la tangente de la Abogada del Estado jefe en Baleares cuando aseguró que ‘Hacienda somos todos’ no es más que un lema publicitario, buscando así desligitimar la acusación contra la hermana del Rey. Ya se sabe que la frase no pertenece a ningún corpus de derecho tributario, pero probablemente ha enraizado en un estrato superior: el de la moral pública que todos damos por asumido y con un valor menos perecedero que los artículos de una ley. La prueba de que se trata de un argumento ‘sofista’, endeble, es el monumental escándalo que ha suscitado no solo entre profesionales del ámbito jurídico, incluido el juez Castro, sino entre la ciudadanía en general, acaso lega en materia jurídica pero sobrada de sentido común y de saber empírico como ‘paganini’ de hecho, que es una vía de conocimiento muy digna, muy generosa y de verdad muy patriota. Apostar por ese impermeable del lema para proteger a la infanta me parece que es como intentar que reparemos en el dedo y no en la luna.
Con tal argumentación, en vez de recurrir a su defensa se ha extendido en el imaginario público la percepción de que la infanta es una persona que podría ser objeto de trato preferente, y eso en un país donde el lema «del rey abajo, ninguno» está muy enraizado sobre todo en las últimos tiempos, opera en contra de ella y no a favor. Una cosa es el trato protocolario y otra el respeto fiscal.
Sé de sobra que el pronunciamiento de cualquier tribunal de justicia debe sustentarse en hechos probados y no en consideraciones acerca de lo verosímil o no que pueda parecer el comportamiento de una esposa respecto a las cuentas familiares. Nunca está de más sin embargo que la mujer del césar además de ser honrada lo parezca. Y que la ejemplaridad obligue a todos. A más nivel, más ejemplaridad. La frasecita sobre «el lema publicitario» no ha funcionado como blindaje sino como una patada en mitad del hormiguero. Me recuerda lo que dicen los mexicanos cuando en vez de ayuda presienten que se les agigantarán los males: «No me defiendas, compadre».