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Y viva el vino

Decía Rabelais que hay más borrachos viejos que médicos viejos. Estos días triunfa en las redes sociales la noticia de un simpático hombre de Vigo que ha muerto a los 107 años tras una vida bebiendo únicamente vino, según sus familiares. Bueno, vino tinto y aguardiente destilado por él mismo, sin conservante alguno. Entre los comentarios que ha generado la noticia los hay para todos los gustos. Una compañera del periódico dice que la información es «una apología de la cirrosis» y alguien escribe que «si no hubiera bebido vino ni aguardiente llega a los 115 años». Mariano Rajoy y José María Aznar habrán exclamado simplemente «¡Viva el vino!»
A mí lo que me parece más prodigioso no es que este señor que se llamaba Antonio Docampo y cuya historia dio a conocer ‘La Voz de Galicia’ haya vivido más de cien años bebiendo únicamente vino tinto, sino que además de no probar el agua fuera capaz de echarse al coleto más de un litro y medio de tinto en cada comida. Que ya son ganas de beber. Según cuentan sus familiares, durante el desayuno tomaba un chupito de aguardiente «para despertarse con energía» y la prueba incuestionable de su envidiable salud es que le recetaron por primera vez un antibiótico a la provecta edad de 103 años… Poco gasto en farmacia.
Esta misma semana Diego Algaba nos recuerda en su columna de HOY y en su blog ‘Migas Canas’ que un «buen cliente nunca se emborracha. Al bar no se entra para beber sin control sino para relacionarse» y que «los jóvenes prefieren beber a la intemperie todo en una noche». Tiene razón Diego porque me parece además que los jóvenes no se emborrachan con vino, ‘comunitariamente’, desde hace décadas sino que conquistan incluso el coma etílico durante el ‘botellón’ con alcohol destilado y no precisamente en una destilería privada como Antonio Docampo.
El vino y los bebedores han dado páginas gloriosas a la literatura. Está hasta en los salmos bíblicos: «El vino alegra el corazón del hombre». En la descripción que Francis Bacon hace del confort y de lo apetecible no falta naturalmente el vino: «Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer». Ni en los ambientes donde se mueven ciertos personajes de Mike Harding: «Ese tipo hizo una vez que le amputaran los dedos de los pies para poder estar más cerca de la barra del bar».
Yo creo que el vino hay que tomarlo con moderación, por muy bien que le haya ido en la feria de la vida a Antonio Docampo. Para ser preciso y haciendo patria chica, confieso mi debilidad por La Macera, un ‘coupage’ con uva graciano, garnacha tintorera, shyraz y cabernet sauvignon procedentes de cultivos ecológicos de pequeños productores de Extremadura que además se vende a un precio que ronda los 13 euros.
Así que el vino, en la comida y con los amigos. O dicho al modo de Franklin: «Toma consejo del vino, pero decide después con agua».

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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