Durante mis años de estudiante en Madrid alguien había dejado en la pared del piso donde vivía un pequeño cartel con una frase de Séneca que se me quedó grabada para siempre: «Mayor soy y para mayores cosas nací que para ser esclavo de este cuerpo». Era la época en que los jóvenes frecuentábamos El Rastro y colgábamos de las paredes ‘pósters’ del Che, de la Extremadura emigrante y de las fiestas del 1º de Mayo junto a carteles de películas como ‘Amarcord’, de Fellini; ‘Barry Lyndon’, de Kubrick o ‘Novecento’, de Bernardo Bertolocci.
Aquel cartelito con la frase de Séneca no duró mucho en el piso pero ante situaciones de dependencia o que exigen medidas de superación personal aflora a mi memoria como un mantra sometido al efecto Paulov.
Hace pocos días volví a recordarla tras leer en HOY la entrevista a Nuria Oliver, directora científica de Telefónica I+D, madre de tres hijos, con un doctorado en el MIT, especialista en inteligencia artificial y reciente premio Ada Byron de la Universidad de Deusto. «Mis hijos no tienen móvil. Ninguno. Ni el de casi 13 años. Y me daría igual que lo tuvieran todos los niños de su clase. Nuestro tiempo es muy valioso y en casa damos mucha importancia al juego libre». «¿A qué edad le dará un móvil a su hijo?», le pregunta la periodista. Y ella responde: «Cuando crea que tiene sentido que lo tenga. No podemos ignorar que gran parte de esta tecnología está diseñada para ser adictiva. Por eso hay que enseñar a desarrollar una gran capacidad de autocontrol, gratificación retrasada, etc.».
La entrevista incluye también alguna reflexión sobre el uso del wasap y las relaciones familiares: «No tiene la riqueza de la conversación cara a cara, elimina el lenguaje no verbal, las emociones… Por eso genera malos entendidos», añade.
A mí me impresiona sobremanera la frase rotunda que sobrevuela toda la conversación con Nuria Oliver: «Gran parte de esta tecnología está diseñada para ser adictiva». Repetimos: «Diseñada para ser adictiva». Quizás debieran grabarse tales palabras en la variada gama de dispositivos que inunda el mercado: «Diseñado para ser adictivo», igual que en las cajetillas de tabaco se nos previene de los riesgos potenciales: «Fumar perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor».
Es obvio que no basta con las advertencias. Un cartel a fin de cuentas solo es un aviso, una señal, y ya advirtió Tolstoi que resulta más fácil escribir diez volúmenes de principios filosóficos que poner en práctica uno solo de ellos. La teoría va por un lado y por otro la práctica. Pero mejor si nos facilitan (y facilitamos) la teoría. La propia Nuria Oliver subraya con sencillez las claves del desafío: «Insisto: hay que hacer un uso consciente de la tecnología. Por mucho que te guste el vino no es bueno estar bebiéndolo todo el día». Así que en el wasap, mi buen Yorick, grabaré la frase de Séneca pero en vez de «cuerpo» escribiré «dispositivo».