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Salir igual que Tarzán

La actualidad, como los viejos molinillos de café, es una máquina que tritura información a toda pastilla. Bueno, más que una máquina es una gran fábrica donde funcionan 24 horas al día y 365 días al año las batidoras de las televisiones, los digitales, los diarios de prensa, las emisoras de radio, las redes sociales… y hasta los grupos de wasap. El fruto del colosal pandemónium no es sin embargo más información o más conocimiento, sino un desarrollo gigantesco de la sociedad del espectáculo y de la superficialidad, con el consumo de ‘ligerezas’ (vivimos bajo la advocación de lo ‘ligth’) como norma fundacional.
Con ese panorama tienen razón quienes defienden que se lee y se escribe bastante más que en otras épocas, pero no intenten averiguar qué es lo que se lee, se ve, se oye y se escribe a no ser que quieran deprimirse.
En otras muchas ocasiones defendí precisamente la capacidad de los medios regionales para sobrevivir como verdaderos héroes en un ecosistema cada día más tóxico y vulgarizado. Lo que suele denominarse de manera perdonavidas y displicente como ‘prensa regional’ o ‘prensa de provincias’ se ha revelado en realidad como el sistema casi perfecto y en posesión de los dos vectores que hacen sostenible y blindan el modelo: la cercanía al lector y la calidad humana de su oferta. Un modelo que permite la convivencia de los grandes temas o las entrevistas a los grandes personajes por ejemplo con la crónica más doméstica y hasta entrañable de la vida municipal.
Confieso que me han suscitado estas reflexiones un viejo artículo que tengo a la vista acerca de los dichos y del particularísimo lenguaje que utilizaba un dirigente sindical y exconcejal del Ayuntamiento de Cáceres, Miguel Ángel Rubio a raíz de la huelga general que convocaron los sindicatos CC OO y UGT el 28-M, coincidiendo con los 10 años del PSOE en el Gobierno de la nación. Los periodistas le preguntaron si iba a haber piquetes ese día y él, con su particular gracejo contestó: «Una huelga sin piquetes es como una feria sin cacharritos».
Amigo de los refranes y de las sentencias rotundas, en ese artículo del año 1992 se recordaba también que Rubio utilizaba una expresión muy gráfica para explicar dónde había que estar situado para conocer los acontecimientos claves: «en la ‘cúpula’ de la pirámide…».
Los periodistas tenían en el veterano dirigente sindical una fuente impagable de buenos testimonios. Acababa de salir de una sesión del Consejo Social de la Universidad y como vio que le miraban sorprendidos por llevar puesta una corbata les dijo: «Cuando la marrana se lava la cara todo el mundo repara». O aquella sentencia-resumen al dejar de ser concejal de Urbanismo: «Yo entré y salí del Ayuntamiento igual que Tarzán, con una mano delante y otra detrás».
No quiero reivindicar ahora la actitud de Miguel Ángel Rubio, que también, sino el valor de un periodismo capaz de reflejar la actualidad en sus distintos ámbitos: municipal, político, deportivo, cultural… con el grado de humanidad y cercanía de aquel artículo dedicado a Miguel Ángel y a sus dichos.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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