Las burlas y expresiones de odio vertidas en las redes sociales por la muerte del torero Víctor Barrio son las dos caras de una moneda, la de nuestro país. Mientras un puñado de «sociópatas», como los califica Fernando Savater, vuelcan en las redes «la cantidad de basura que la gente lleva en la cabeza», miles de personas además de escandalizarse por esos disparates les afean tales conductas buscando incluso el amparo de la justicia.
En un país como España, cuyo emblema hace décadas podría haber sido el cuadro de Goya ‘Pelea a garrotazos’ y el lema las palabras de Machado: «De cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa», las cosas han cambiado mucho, a pesar de episodios bárbaros como el de las burlas por la muerte de un joven diestro en una plaza de toros.
Desde estas mismas páginas nos invita el psicólogo Carlos Pajuelo a evitar las expresiones de odio y desprecio al ‘otro’, a quienes no comparten nuestras ideas o sentimientos.
«Los más obstinados suelen ser los más equivocados, como todos los que no han aprendido a dudar», decía Samuel Butler. La costumbre de aprender a dudar y de ejercitarse en el respeto al de enfrente es una vacuna muy eficaz contra el fanatismo que no cuenta, por desgracia, con gran tradición entre nosotros. Somos el país del esperpento pero a la vez el país que se identifica –no sé si instintivamente– con dos héroes complementarios como Don Quijote y Sancho Panza. El país que se desangra en una guerra civil en el siglo XX y que es capaz sin embargo de hacer una Transición política sobre la que edificar un nuevo modelo de convivencia nacional.
Es cierto que episodios como el de las burlas y los comentarios ruines en las redes a raíz de la muerte de Víctor Barrio podrían invitar al pesimismo, pero yo creo que es al contrario: el hecho de que embestidas semejantes no se reciban con indiferencia sino con indignación revelan que aún existe sensibilidad y conciencia social, que no tenemos acorchados ni el espíritu crítico ni el sentido común.
En la vida el placer y el dolor van unidos. También el honor y la ignominia. El episodio de las burlas y las expresiones de odio son en el fondo asuntos anecdóticos, aunque sus autores crean que han dado en el blanco y que se trata de ataques certeros puesto que no pasaron inadvertidos… Ya se sabe que por las redes discurre una considerable cantidad de detritus. Las redes son un organismo joven y en consecuencia sometido a crisis de crecimiento… Quizás casos así constituyan el peaje, el tributo precisamente por la facilidad de acceso que supone su uso y la agilidad de los mensajes.
Quiero decir que estos episodios tienen carácter anecdótico pues a largo plazo no serán posibles impunemente. Nadie está libre de que cualquier zoquete pierda bilis y aterrice en la galaxia digital con mensajes injuriosos o delictivos, pero no sin que sea sancionada su conducta. Es lo positivo.