El pasado fin de semana asistí en Barcelona a la celebración del 65 aniversario del Premio Planeta de novela. Durante la conferencia de prensa previa al fallo uno de los miembros del jurado desveló con calculado ‘suspense’ los temas y líneas argumentales de las diez novelas finalistas. Entre la multitud de periodistas y blogueros convocados a la cita en el Recinto Modernista de San Pau, la puesta en escena resultaba sugerente y distendida. Sin embargo, hubo un capítulo que me resultó inquietante: el que dedicaron José Creuheras, presidente del Grupo Planeta y Jesús Badenes, director del Área de Libros, a denunciar la piratería cultural.
Creuheras se refirió a la piratería como «la gran amenaza», «un atentado a la cultura y un robo». «No es justo», dijo, «que no se premie la labor de los escritores». Más allá de algún dato esperanzador: el repunte de un 3% en las ventas durante 2016 gracias al crecimiento de libros de ficción y de literatura infantil y juvenil, el verdadero desafío para un grupo como Planeta, –el primero de lengua española y entre los diez primeros del mundo– es ensanchar el número de lectores en español, es decir, extender los límites de un mercado de 500 millones de personas.
Al día siguiente el jurado desveló que la ganadora del Premio Planeta era Dolores Redondo con la novela ‘Todo esto te daré’, una historia ambientada en la Ribeira Sacra y sin relación directa con las tramas y personajes de su popular ‘trilogía del Baztán’. Y el finalista, Marcos Chicot, con ‘El asesinato de Sócrates’, ambientada en la Grecia clásica.
Tras la gala de entrega Dolores Redondo explicaba ante los periodistas que ‘Todo esto te daré’ es «una novela sobre la codicia», «sobre las alianzas que se forjan alrededor de la codicia» y asimismo «un alegato contra la impunidad» y sobre la búsqueda de la verdad y la amistad de hombres adultos. Una obra con la que rinde homenaje a sus primeras lecturas: ‘El Padrino’, de Mario Puzzo o las novelas de Agatha Christie, que retrata la historia de una familia y de sus secretos en un territorio, la Ribeira Sacra gallega, donde desde hace siglos «la gente ha sometido un paisaje».
Marcos Chicot reconoció que ha buscado el equilibrio entre el rigor que exige la realidad histórica y el ritmo de una trama de ficción a fin de «entretener y ser interesante». ‘El asesinato de Sócrates’ es «una novela de personaje». Alguien le preguntó si en estos momentos Sócrates entraría en política y Chicot descartó esa posibilidad. «Sócrates no era capaz de no decir lo que pensaba».
Habrá que aguardar a su publicación pero creo que ambas novelas plantean –como suele ocurrir con las creaciones literarias relevantes– dilemas morales profundos; conflictos característicos de la condición humana, por encima de la anécdota o de lo episódico. Observándolo sin apasionamiento también parece relevante el dilema moral que plantea la enésima denuncia de los directivos de Planeta contra la piratería cultural. ¿Pero servirá de algo? ¿Se quedará solo en largo lamento? ¿Tendrá esa historia un final feliz?