Hay días en que reina la unanimidad en el panorama cultural español, signifique eso, como diría Millás, lo que signifique. Ayer fue una de esas jornadas. La concesión del Premio Cervantes a Eduardo Mendoza –un escritor precisamente de estirpe cervantina– es una de las alegrías que consienten la justicia poética, la del jurado y antes que ninguna la justicia de los lectores.
Mientras que muchos novelistas con gran número de seguidores se sienten estigmatizados por la ‘naturaleza’ que se atribuye a sus obras, en el caso de Eduardo Mendoza el éxito nunca cuestionó que la suya es literatura de calidad, nada de best seller para consumo rápido o novelas de leer y tirar.
Con otro valor añadido: el sentido del humor y la ironía recorren buena parte de su obra y ponderan el descreimiento como un camino certero para mirar y acercarse a la realidad. Incluida, por supuesto, la realidad de la ficción. Recordaba ayer con un amigo la sorpresa y el regocijo que sentí al leer a finales de los años setenta ‘El misterio de la cripta embrujada’, con aquellos personajes y situaciones primos hermanos del teatro del absurdo y perfilados con humor descacharrante.
Quizás no sean situaciones equivalentes, pero siento que la satisfacción unánime que suscita el Premio Cervantes a Eduardo Mendoza no haya tenido su correspondencia con la recepción tributada a la última película de Fernando Trueba, ‘La reina de España’, por la que ahora le pasan factura aquellas palabras desde luego inoportunas, tal vez improcendentes y en todo caso necesitadas de matizaciones… cuando Fernando Trueba proclamó: «Nunca me he sentido español, ni cinco minutos de mi vida». Y por si fuera poco, la ‘boutade’ la dejó caer sobre el escenario en donde le galardonaban con el Premio Nacional de Cinematografía.
Yo no quiero entrar en si es proporcionado ‘boicotear’ a un creador por la impertinencia o inoportunidad de un discurso. Allá cada cual. Estoy convencido de que Trueba en vez de improvisar un monólogo digno de Woody Allen o de Billy Wilder se dejó llevar por la pendiente del humor fácil y le salió una ocurrencia más chusca que jocosa. Una humorada que podría festejarse en la barra del bar o en coloquios como el de Arrabal y su incitación a que se hablara sobre el ‘milenarismo’. En corto, un traspiés.
Según Billy Wilder, justamente el director al que Trueba confesó que consideraba ‘Dios’, hay que tener presente siempre que «eres tan bueno como lo mejor que hayas hecho en tu vida». Con Eduardo Mendoza la sentencia se ha cumplido a rajatabla pues el jurado del Cervantes y el público en general bendicen su trayectoria con ese premio. Pero en el caso de Fernando Trueba «lo mejor que ha hecho» no incluye sin embargo el recuerdo de películas extraordinarias como ‘Ópera prima’, ‘Belle Époque’ o ‘La niña de tus ojos’. En lo que se repara estos días es en las frases desafortunadas e inoportunas de un discurso. Y se las recuerdan, y le harán pagar por ello.