Más madera, es la guerra. Levantada la veda de las dimisiones a diestra y siniestra –de Cifuentes a Montón– la esgrima de ayer en el Congreso sirvió para que Rivera exhumara el viejo asunto de la tesis doctoral de Pedro Sánchez. ¿Se habla de másteres, de cursos, de tratos de favor, de zonas de sombra? Aprovechemos la proximidad de conceptos, debió de pensar el líder de Ciudadanos, dando por sentado que existen «dudas razonables» sobre la tesis doctoral de Sánchez y que la mejor manera de acabar con las sospechas es someterla al escrutinio público: «No puede haber un caso presidente del Gobierno. Haga pública su tesis doctoral para disipar las dudas. ¿Qué tiene que ocultar?», le preguntó Rivera a Sánchez.
El episodio me recordó la famosa parodia de insulto que Borges recoge en ‘Arte de injuriar’ (‘Historia de la eternidad’), donde se atribuye al doctor Johnson la siguiente contestación: «Su esposa, caballero, con el pretexto de que trabaja en un lupanar, vende género de contrabando». Doble nudo.
Creo que en estos tiempos de frikismo democrático y populismo encendido resulta imprescindible para un seguimiento ‘racional’ de la política, conseguir que las ramas no nos impidan ver el bosque; es decir, no dejarnos deslumbrar por el brillo trucado de los gestos y reparar en lo que importa. No hay manera de disculpar los plagios y menos si se vinculan a beneficios (los que sean) con un cargo público, pero la condena por tal hecho no puede ocultar otros aspectos positivos como la recuperación de la sanidad universal y los primeros pasos para el fin del copago farmacéutico de los pensionistas. No se trata de comparar para disculpar sino de establecer escalas de valores, graduar el daño y la responsabilidad.
La algarabía por la tesis sin publicar de Pedro Sánchez (con todo lo que tiene de ‘prevención’ infructuosa pues probablemente acabará saliendo a la luz) no puede ensombrecer otras iniciativas de más trascendencia para el conjunto de los españoles como esa ley con la que se va a prohibir la venta a fondos buitres de las viviendas destinadas a alquiler social. Una ley que hará más justa y más segura la vida de quienes menos tienen.
Otra cosa es que esta última medida, anunciada también por el presidente del Gobierno en el pleno del Congreso, llegue con freno y marcha atrás como ha ocurrido con la defensa del juez Llarena ante la demanda de Puigdemont y algunos responsables del ‘procés’ fugados a Bélgica, o ante el caso de las bombas inteligentes y la construcción de cinco corbetas para Arabia Saudí cuya resolución está dejando al descubierto los consabidos conflictos de intereses que se producen cuando gobernar es una responsabilidad diaria y no mera teoría sin daños colaterales.
El espectáculo de la política de gestos y las sucesivas ‘penas de telediario’ a que son castigados los nuevos galeotes de la política patria quizás resultan muy entretenidos para esta sociedad mediática obligada a consumir productos perecederos, pero más cuenta nos tendrá a todos reparar en lo esencial: Cataluña, el paro, la sanidad, la educación, las pensiones… y no en quien vende género de contrabando.