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Instinto de defensa

Dice el viejo proverbio que «todos los ríos van al mar, pero el mar no se desborda». ¿Seguro? Entre las catástrofes que anticipa el cambio climático está precisamente la subida de los océanos en más de ocho centímetros en los últimos 23 años, según un estudio de la agencia espacial estadounidense. Un fenómeno incontrolado al que contribuye el calentamiento global con el deshielo de los casquetes polares y alguno de cuyos síntomas ‘preadolescentes’ –si puede decirse así, hablando del clima– tal vez sean estas primaveras anticipadas y los inviernos escuálidos y reacios. Aparte de incrementar la frecuencia de fenómenos extremos como inundaciones catastróficas y olas de calor muy intensas en lugares desacostumbrados. La noticia mala es que además de Trump y aquel primo de Rajoy, son legión quienes no creen en el cambio climático y en sus efectos devastadores. La buena noticia es que algunos jóvenes, también en Extremadura, participaron la semana pasada en el movimiento ‘Viernes por el futuro’ que promueve la estudiante sueca Greta Thunberg en la lucha contra el cambio climático.

Por supuesto que se trata de un movimiento simbólico. Pero en estos tiempos de redes sociales y de aceleración progresiva de las comunicaciones, ha llegado ya a más de cien países. Y ha movilizado a miles de chavales por todo el mundo. Las dos caras de la globalización: los problemas se expanden sin fronteras y, a la par, las posibilidades de concienciación y lucha contra los retos que surgen. Como en el ‘Lazarillo’, «lo que te enfermó, te sana y da salud». Trompazo y cura.

A mí me parece muy relevante esta voluntad de plantarle cara al cambio climático porque creo que está siendo percibida no como un mero ‘ecologismo ideológico’, sino como un movimiento espontáneo, yo diría que casi de puro instinto de defensa, que se expande a partir de las protestas de esa joven sueca que decide manifestarse todas las semanas durante su jornada escolar para exigir a la UE que rebaje al menos en un 40% las emisiones de gases de efecto invernadero. Un compromiso de mínimos. Un movimiento que reclama hechos. Acciones. Medidas apremiantes.

Para esos cientos de miles de adolescentes, los ‘negros nubarrones’ del futuro no son metáforas. Son los términos de una condena que no están dispuestos a aceptar. El pasado mes de febrero, Greta Thunberg intervino en una conferencia del Comité Económico y Social en Bruselas y advirtió: «Están desesperados por quitar el foco de la crisis climática y cambiar de tema. No quieren hablar de ello porque saben que no pueden ganar esta batalla», afirmó. «Han barrido su desastre debajo de la alfombra para que nosotros lo limpiemos». Sin embargo, según ella, no cabe esperar a que los jóvenes de ahora tomen el control en el futuro y solucionen el problema. Deben resolverlo ya.

Confieso que al margen de su carácter simbólico, las reivindicaciones del movimiento ‘Viernes por el futuro’ me resultan esperanzadoras por su espíritu comprometido con el instinto de defensa de la humanidad, el instinto de los héroes. Un empeño que consuela frente a lo gratuito de las banderías separatistas y frente a la banalidad del populismo de cartón piedra.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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