Cerca de donde vivo hay un solar que lleva muchos años cercado por una red metálica, y listo para que se construya en él. Creo que ya le llegó su hora: el movimiento de tierras concita curiosidad y atrae espectadores. «¿Ha visto usted cómo ha cambiado esto en dos días?», comenta una vecina ante el trajín de excavadoras en lo que antes fue una parcela casi llana. «Lo que hacen las máquinas», le respondo. En ese instante recuerdo el famoso artículo de Carlos Luis Álvarez, ‘Cándido’, quien, a la vista de tres obreros echando arena en un camión, se hacía unas cuantas preguntas para discernir lo elemental de lo relevante, lo anecdótico de lo significativo, el trigo de la paja. Y enseguida me viene a la memoria también un coleccionable que tuve el honor de coordinar: ‘Cáceres, imagen y recuerdo’, que distribuyó el diario HOY en 2002 con fotografías procedentes del Archivo de Curiosidades de Juan Ramón Marchena y textos de Antonio Rubio Rojas, archivero municipal y cronista oficial de la ciudad de Cáceres.
Aquel coleccionable enfrentaba treinta imágenes antiguas de lugares muy transitados: calles, plazas, rincones, monumentos… y otras treinta con su fisonomía actual. No pretendía ser un tributo a la nostalgia, –aunque también– sino a una realidad cambiante, enriquecida con comentarios lejos del dato prolijo y más cerca de «la glosa amena e iluminadora de la estampa». Aquel coleccionable se abría con la foto del arco que en 1917 el pueblo de Cáceres dedicó a su prelado al comienzo de la calle San Antón, cuando aún no se había construido la después denominada Casa de la Chicuela, y la correspondiente al lugar en la actualidad, es decir, en 2002. Del mismo modo, las láminas, a gran tamaño, del cine Norba y la avenida Virgen de la Montaña en 1967; de la Cruz de los Caídos en noviembre de 1938, durante la jura de bandera de una promoción de alféreces provisionales procedentes de la Academia de Granada; la plaza de San Jorge tras una fuerte nevada en febrero de 1924; la plaza de Santa María, casi irreconocible, en 1962; la plaza de San Jorge en1939; la construcción de las Casas Baratas en 1930; la Torre de Cáceres, el Puente de San Francisco, la calle San Pedro esquina con Donoso Cortés, el Cine Astoria…
Aquel coleccionable anticipaba lo universal de un sentimiento que alimenta ahora los blogs y sitios webs de fotos antiguas en bastantes capitales españolas. Internet y las redes sociales favorecen la recuperación y difusión de un patrimonio en el que muchas veces no se repara precisamente por tenerlo cercano, por tratarse de espacios que se han ido transformando tan en silencio que su metamorfosis nos resultó casi inadvertida.
Por eso ahora –al contrario de lo que ocurrió en las décadas del desarrollismo desbocado– en el instante en que se percibe el mínimo cambio, la apertura de nuevos espacios urbanísticos, la construcción de bloques en cualquier solar, rápidamente se observa a un ‘ejército’ de curiosos armados con sus teléfonos móviles para dejar constancia documental de cómo era ayer ese lugar y cómo es hoy.