Creíamos con Steiner que Europa es un café repleto de gente donde se escribe poesía y resulta, según la Audiencia Nacional, que el café es sólo un sitio para disfrutar del paréntesis a costa del patrón. Qué desengaño. Ya saben, la Audiencia Nacional avala que las empresas hagan fichar a sus trabajadores para descontarles las pausas del desayuno o del cigarro en horario laboral. La justicia se apoya en dos sentencias previas del Tribunal Supremo donde se fijaba que desayunar en el café o echarse el cigarrito «no pueden considerarse derechos adquiridos», por mucho que se tratara de prácticas habitualmente consentidas en los centros de trabajo. Todo acaba. Aunque la costumbre (lo consuetudinario) constituye desde los tiempos de Roma una de las fuentes del Derecho. Imagino que la costumbre, justamente, fue lo que respaldó al Tribunal Supremo para sentenciar que los 1.600 trabajadores de una multinacional afincada en España tenían derecho a recibir la cesta de Navidad que la empresa había suprimido –por considerarla una decisión de mera liberalidad– seis años antes. El platillo de la balanza se inclina a veces a un lado y a veces a otro.
Si la medida contribuye a que aumente el número de no fumadores, emoticón de aplausos; si contribuye al mal rollo en los puestos de trabajo, ceño fruncido. En cualquier caso, para que estallen conflictos como este de las pausas del café y del cigarrillo, es probable que antes se hayan registrado dos situaciones enfrentadas: la del empresario dispuesto a ‘apretar tuercas’ y, por el otro lado, las plusmarcas abusivas de esos ‘espabilados’ que nunca faltan a la hora del escaqueo laboral.
A mí lo que me preocupa es que en un país como España, cada vez más sustentado en la hostelería, la auténtica industria nacional, se erosione la convivencia y hasta el ‘relaxing cup of café con leche’ que Ana Botella pregonó como valor patrio. Fumar, cuanto menos mejor. ¿Pero cualquiera que desee tomarse un café con churros o una tostada tiene que renunciar a ello y debe conformarse con la maquinita del café en la oficina? ¿Calle o fichar y descuento? Qué dilema.
Quizás lo que se gane en productividad se gaste en botica. Lo comido por lo servido. Salir a desayunar (demos por amortizado, argumentalmente, lo del tabaco) no solo es saludable para la hostelería sino desde la perspectiva económica y sobre todo de la salud social. Además de un espacio para despachar cafés, el bar es un foro, una plaza pública, la prolongación de un ámbito donde se puede seguir hablando del trabajo, de tu equipo de fútbol y hasta del gobierno, o de la oposición. Por lo que a mí respecta, aún añoro el tiempo en que los periodistas perfilábamos las reuniones de Redacción jugándonos a los chinos el café, entre las risas de la peña. Cuando las noticias estaban, como los bares, en la calle.