En el horizonte financiero nacional se vislumbran dos hiperfusiones bancarias: la del BBVA con el Sabadell y la de Unicaja y Liberbank, que se añaden a la reciente de CaixaBank con Bankia. Recuerdo que en los años ochenta, cuando se multiplicaban las oficinas bancarias por las mejores esquinas urbanas, en Cáceres se popularizó un lamento irónico que resumía bastante bien lo que pasaba en la calle: «Desde la Plaza Mayor hasta la Cruz de los Caídos está todo lleno de bancos pero no hay forma de sentarme un rato a descansar».
Las perspectivas han variado sustancialmente y tal vez ahora resulta complicado hacerle hueco al humor. Por lo pronto, las fusiones bancarias forzarán la reducción de miles de puestos de trabajo y otras tantas prejubilaciones y jubilaciones en un país con el paro juvenil desbocado y una de las poblaciones más envejecidas del mundo. Del universo laboral en expansión al agujero negro. La tormenta perfecta.
Los problemas de la galaxia financiera no afectan únicamente a la macro, sino a la microeconomía. Por paradójico que resulte, hasta aquello de Mark Twain: «El banquero es un señor que nos presta el paraguas cuando hace sol y nos los exige cuando empieza a llover» ha dejado de ser cierto, pues el banco no te paga ya por disponer de tu dinero; eres tú quien tienes que pagarle a él para que te lo guarde. Lo frustrante es que el propio sistema ‘obliga’ a que se realice cualquier operación a través de una entidad financiera: desde domiciliar pagos a las compañías suministradoras (electricidad, agua, teléfono) hasta el abono de los impuestos locales, regionales y nacionales. Mecanización y control.
De ahí los fastidiosos episodios que sufren a diario en las sucursales bancarias muchos clientes –mayores y jóvenes– sin destrezas suficientes ni acceso a las herramientas digitales para interactuar con su propio banco y no digamos para cualquier trámite con las administraciones públicas. Los bajos intereses, los problemas de solvencia, la globalización y sobre todo la escasa rentabilidad de algunas entidades financieras están haciendo que el cobro de comisiones se convierta en una vía fácil para sobrevivir. De hecho, si usted repasa los conceptos por los que su banco puede cobrarle comisión, se echará las manos a la cabeza, y a la cartera.
La palabra ‘cliente’ deberían sustituirla por ‘operario’, pues es usted mismo quien debe hacer las operaciones y gestiones que antes efectuaban los trabajadores del sector y, encima, pagar por ello. Y no hablo de los cambios derivados de la revolución tecnológica y digital, me refiero a un problema de fondo en el que antes que ciudadano con derechos será considerado usuario con deberes, una minúscula pieza del engranaje que mueve el sistema. No crean que hablo de abstracciones, trasladen esas ideas a la realidad de su entorno, con nombre y apellidos, a tantas localidades casi despobladas y envejecidas de Extremadura. Y perdón por la tristeza.