Conservo aún los primeros cuadernos que compré en El Rastro, a mediados de los años setenta, y alguna pluma estilográfica con que los emborroné. Mis preferidos eran los de papel de arroz, suavísimos, con tapas negras y el lomo rojo. Su anagrama: la silueta de un hombre escribiendo sobre un pequeño secreter y el número […]