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¿Adiós a la globalización?

¿EN qué fase estamos? Cuando pienso en mis seres queridos, en la fase de preocupación inmediata, como todos. Desconozco si se denomina técnicamente fase de contención, de estabilización, de detección precoz… Pero sé que escampará. Alguna otra vez he dicho que procuro no perderme en el bosque de las cifras impersonales. Prefiero atender las reflexiones de quien posee formación y talento para elucubrar sobre cómo debe ser la sociedad posCOVID-19, es decir, acerca de si hemos aprendido la lección.

En la entrevista que el escritor Nuccio Ordine hace al filósofo Edgar Morin, el pasado domingo en ‘El País’, ambos pensadores están de acuerdo en que la globalización ha favorecido el desarrollo de los mercados y de las tecnologías, pero no de la fraternidad, de la solidaridad entre los países. «La pseudo-Europa de los banqueros y los tecnócratas ha masacrado los auténticos ideales europeos, cancelando cada impulso hacia una conciencia unitaria. Cada país está gestionando la pandemia de manera independiente». Morin se muestra también muy crítico con las repercusiones negativas del capitalismo, al que atribuye haber desatado «los grandes problemas del planeta: el deterioro de la bioesfera, la crisis de la democracia, el aumento de las desigualdades, la proliferación de los armamentos, los autoritarismos demagógicos».

Y expresa otro convencimiento, ineludible, sobre la sanidad: «No hay duda de que la sanidad tenga que ser pública y universal. En Europa, hemos sido víctimas de las directivas neoliberales a favor de una reducción de los servicios públicos. Programar la gestión de los hospitales como empresas significa concebir a los pacientes como mercancías». Basta pensar en los Estados Unidos de Trump, frente al modelo de Obama, para sentir pavor –echando la vista lejos– aunque en España algunos políticos ataron también a los perros con longanizas. Hay casos paradigmáticos.

Visto así, parecería que la primera enseñanza del COVID-19 es que la globalización tiene las horas contadas. Que retornaremos a modelos casi rurales, como los auspiciados por el feudalismo tras la caída del imperio romano. Nada más lejos de la realidad. Sospecho que la globalización ha venido para quedarse. ¿Para quedarse tal y como la conocemos? Desde luego que no. El historiador Yuval Noah Harari, autor de libros como ‘Sapiens’ y ‘Homo Deus y 21 lecciones para el siglo XXI’, confesaba en ‘XL Semanal’ que no tiene sentido culpar a la globalización de la pandemia. «Desglobalizar el mundo solo nos protegería si volviéramos a vivir como en la Edad de Piedra, sin ciudades, sin agricultura. ¿Pero hay alguien que quiera esa vida?», se pregunta. Es verdad que ahora los virus viajan más rápidos, pero el mundo por suerte está mejor protegido.

La clave hay que buscarla en otras circunstancias. «Levantar muros, limitar el turismo y el comercio, solo sirve a corto plazo. A largo plazo, el aislacionismo lleva al colapso de nuestro sistema. El remedio contra el coronavirus», concluye Harari, «no es separarse, sino mantenerse unidos». ¿Estamos a tiempo?

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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