De los tres ya no queda vivo ninguno. El último en morir ha sido Solzhenitsin. Los otros dos también eran escritores. El dibujo debí de hacerlo en 1973 o 1974. Yo era por entonces además de joven, feliz e indocumentado, un lector voraz y algo caótico. Quiero decir que no le hacía ascos a ningún género, autor o época. Ni al dibujo ni a la pintura. Y ahí están los tres: Lezama Lima, Alexander Solzhenitsin y Samuel Beckett. Solo el cubano autor de ‘Paradiso’ no obtuvo (otra injusticia, como la de Borges, y al paso que vamos, como la de Delibes) el premio Nobel de Literatura… Observo de nuevo el dibujo de esos tres escritores tan distintos entre sí porque acaba de morir el último de ellos, el ruso Solzhenitsin. Antes de que cierta ‘izquierda’ lo convirtiera en un ‘contrarrevolucionario’ o mal compañero de viaje (todavía recuerdo, por ejemplo, la feroz diatriba de Juan Benet en la entonces televisión única), Alexander Solzhenitsin nos alertó y dio testimonio sobre los estragos de una de las utopías totalitarias del siglo XX con obras como ‘Un día en la vida de Ivan Denisovich’, ‘Todo sea por la causa’, ‘El primer círculo’ y el descomunal ‘Archipiélago Gulag’. Parece de otra época. Y surgen las preguntas. ¿Cómo es posible que conviviera con nosotros la maldad ‘inhumana’? Pero ha ocurrido más veces. En Alemania, en los Balcanes… Además de escritor, es una metáfora. Lo que me pregunto ahora es ¿quién será el Solzhenitsin de estos años, de esta sociedad que se lavó las manos o miró para otro lado ante el exterminio de centenares de víctimas del terrorismo? Si lo saben, avísenme, le debo otro dibujo.