Caminando por el paseo de Cánovas me encuentro con Jesús, ese gaditano que conserva intactos el humor y el acento de su tierra y que se labró a pulso, con salidas escalofriantes y paradas inverosímiles, el recuerdo entre la afición como el más singular de los guardametas del Club Polideportivo Cacereño. Jesús, –‘Chuflas’ para sus íntimos’– patronea desde hace años tras la barra de La Lambretta, uno de los buques insignia de las noches cacereñas cuando esa fórmula, ‘noches cacereñas’, no esbozaba una mera ficción. Nada más pararnos, le felicito porque se encuentra igual que siempre: risueño, jovial, gesticulante. «Tú sí que estás bien», responde mientras hace el gesto de recorrer su torso con las manos abiertas: «como dicen en Cádiz: para estar en Terlenka».
¡Cuántos años hace que no oía esa palabra, terlenka! Además de la risa, el Chuflas me devuelve el recuerdo de aquella tela sintética, apenas sin arrugas, que estilizaba el cuerpo como el de un figurín. Me alegró la mañana. Un espíritu optimista.
Avanzo en dirección a la Fuente Luminosa y compruebo que este año ya han recogido
casi todos los membrillos del árbol próximo al Kiosco de la Música. Ha sido después de San Miguel. Siempre que paseo por ese lado de Cánovas observo con detalle el membrillero y vienen a mi memoria las imágenes de Antonio López en la película de Víctor Erice ‘El sol del membrillo’. Siempre me queda, también, una curiosidad: ¿quién o quiénes recogen los membrillos? Porque suelen ‘desaparecer’ de un día para otro.
Poco antes de llegar a la altura del cine Coliséum, alguien hace un gesto para que me pare y me saluda con el codo. Ambos llevamos puesta la mascarilla. Se trata de un antiguo compañero de mili. Hablamos de la situación política de España. Él es historiador y se muestra bastante pesimista. Cree que el poder judicial está siendo sometido a presiones intolerables y el respeto a las instituciones del Estado se lo está pasando cierta izquierda por el arco del triunfo… «Te sigo», comenta para confirmarme que lee estas columnas semanales. «Eso es señal de que tienes», dice mientras se señala con el dedo índice la cabeza, «buen antialzheimer». Tras despedirnos, pienso que mi antiguo compañero de mili me ha dejado, como suele decirse, con una noticia buena y otra mala. La mala es la constatación de haberse extendido entre sectores políticos muy diversos la percepción de que España padece una radicalización de odios enconados que a los de más edad les trae ecos ‘guerracivilistas’, de vísperas cada vez más enturbiadas, más irreconciliables. La buena noticia es de carácter íntimo: atribuirle a uno capacidad mental suficiente para seguir manteniendo este contacto periódico con los lectores. Terlenka en la cabeza. Y como sostiene el filósofo Ignacio Gómez de Liaño: «Nunca el futuro está escrito, todo depende de lo que seamos capaces de hacer».