La antipolítica se extiende como la grama, crece igual que la mala hierba. Las series televisivas de éxito se han convertido en vademécum de cartón piedra donde rebuscar remedios. Es como si nada de lo que sucede en estos tiempos de antipolítica surgiera de manera natural o buscando el interés común. Cualquier contingencia se vivió antes seguramente en ‘Juego de Tronos’, ‘Borgen’ o ‘House of Cards’, entre otras cosas porque las series se han erigido en el verdadero ‘guion’ de la realidad, en el espejo que Stendhal pasea a lo largo del camino. Con inversión de términos: la antipolítica constituye la auténtica farsa mientras que el espejo refleja sobre todo metáforas bélicas, cinegéticas o pugilísticas: la colección de reportajes, crónicas o artículos donde es obligado reparar en la bronca soterrada o en el navajeo por la espalda, en el enroque ajedrecístico o en el puro tactismo trepa. Golpes de efecto. Basta repasar las columnas de esta semana sobre la moción de censura en Murcia, el giro sorpresa de Isabel Díaz Ayuso o la contraprogramación de Pablo Iglesias –intentando recuperar la iniciativa en una agenda que le rebasa– para constatar otros daños colaterales de la antipolítica: se habla hasta el paroxismo de los líderes y sus entornos partidarios pero apenas de su gestión diaria como servidores públicos. La ficción antes que la realidad; pocos datos. Alharacas.
La polarización y radicalización políticas exigen que suba la temperatura emocional. Especialmente en tiempo de elecciones. La apoteosis del eslogan. La orgía de lemas y la simplificación argumental (si es tamaño tuit, mejor que mejor). Lenguaje con palabras gruesas: fascismo y antifacismo por doquier. ¡Derecha criminal! ¡Comunismo o libertad! Abultan las palabras más que quienes las dicen.
De ahí el continuo escándalo en la ciudadanía cuando, en vez de sumar esfuerzos contra la pandemia, los profesionales de la antipolítica se dedican a mirarse el ombligo y a calcular hasta dónde puede llegar su cosecha de votos.
Tiene uno la sensación de que hemos entrado en bucle. Las encrucijadas se repiten, con momentos de tensión y distensión, igual que en los episodios de las series famosas. Si el alfil se come al peón, el caballo amenaza a la torre. O al rey. Diatribas alejadas de las preocupaciones cotidianas del hombre de la calle.
El peligro de la antipolítica es que puede colmar el vaso de la paciencia, lograr que la indiferencia con que el ciudadano contempla el sectarismo egocéntrico de algunos representantes públicos acabe tornándose en rencor y distanciamiento del sistema democrático. Es decir, erosión estructural. Un virus que lleva tiempo infectando a gran parte del separatismo cerril y del populismo insensato.
En el fondo, viejas historias. Política añeja. Dice Schiller que sólo la fantasía permanece siempre joven pues lo que nunca ha ocurrido, es lo que jamás envejece. Confieso que en este bucle de acontecimientos repetidos, mi principal sueño es que Cristiano Ronaldo vuelva al Real Madrid.