En Cedillo, ese pueblo cacereño rayano con Portugal, se han permitido incluso elaborar una guía telefónica ‘alternativa’ donde figura en vez del nombre y los dos apellidos el mote con el que se conoce al titular del teléfono. Por eso el alcalde no aparece como Antonio González Riscado, sino como Antonio ‘Botines’ y quien lo desee puede averiguar el número de Pedro ‘Pito’ o Francisca Pelotas, entre otros muchos.
En mi Ibahernando natal, por ejemplo, pocos conocían los apellidos del carpintero –por cierto, protestante y excelente persona– pero todos comprendíamos por qué aquel hombre de talla menuda y escaso peso respondía al apodo de ‘Quincelibras’. En Trujillo tuve un profesor de Dibujo, don Ángel Medina, que en un ejercicio de ingenio improvisado pasaba lista el primer día de clase para asignar inmediatamente los apodos. Preguntó por mi nombre y en cuanto se lo dije contestó: ‘Juan Festivo’. Él tampoco se libró: un colega le impuso como mote ‘El Bautista’.
En la revista del Ateneo de Cáceres Julián Díaz Lucio publicó un delicioso estudio sobre los motes en un pueblo de la Sierra de Gata, Cadalso, que es toda una antología. Ahí nos enteramos que había un tío ‘Miracielo’, por tener un defecto en el cuello y mirar siempre hacia arriba; Prudencio ‘Chinche’, por el mal genio que le caracterizaba;_un tío ‘Silbato’, por llamarse Silvino, una Precilia ‘La chochera’, porque vendía altramuces por las calles o don Antonio ‘Sabestú’, por la muletilla que usaba al hablar…
Habrá quien piense que esta vieja costumbre de los motes se ha perdido con el tiempo. No es verdad. ¿Qué otra cosa son los ‘nick’ que se utilizan en Internet? Con la particularidad de que en vez de apodos impuestos son distintivos, marcas, que elegimos. Como autobautistas.