Uno de los encantos del verano es el regreso a las raíces de aquellos a los que la emigración arrancó de sus pueblos. Rara es la localidad extremeña que durante los meses de estío no incrementa considerablemente su población. Casas que han permanecido cerradas el resto del año se iluminan ahora con la presencia de sus antiguos moradores, a veces turnándose los descendientes de tercera o cuarta generación y encontrando hueco hospitalario para que donde caben tres quepan cuatro. O_cinco. O seis. O_muchos más. Calles que durante el invierno sufren la soledad inhóspita se vuelven bulliciosas estos días de julio y agosto, con mezcla de acentos que denotan el lugar al que emigraron sus viejos vecinos.
Es tiempo de tertulias, de reencuentros, de paseos por caminos polvorientos que la nostalgia restaura con el esplendor de ayer. Días en que la pregunta: «¿Y_tú de quién eres?» nunca suena a impertinencia o a curiosidad entrometida.
Por eso cada vez se prodigan más los libros de historia y costumbres locales en la región. Confieso que a mí, que tuve el privilegio de vivir los años de la infancia en Ibahernando, un pueblo de la comarca de Trujillo, me encantan esos volúmenes donde convive el saber popular con el folclore, los oficios, la gastronomía, las referencias a personajes conocidos, las anécdotas comunes, los giros sintácticos o las notas antropológicas sin ganga academicista. Uno de esos libros con los que me deleito en verano es ‘Mira que te diga’, subtitulado ‘Del habla, las cosas y las gentes de Valdefuentes’, que firman José M. Rubio Merino y José A. Pérez Rubio. Muchas de sus referencias son estrictamente locales, pero otras exceden la particularidad comarcana y resultan familiares para quienes han vivido hace años en pueblos pequeños.
A veces la sorpresa y la risa te asaltan tras una expresión nunca escuchada pero bien gráfica y fácil de comprender. Por ejemplo:_«Mea más un buey que cien golondrinos», que es, según los autores valdefuenteños «una forma soberbia de expresar la profesionalidad», equivalente a decir: «¡No tenéis ni idea, aquí está el que sabe, dejadle hacer!» Algo que en otros pueblos se resumiría con la pregunta: «¿Desde cuándo enseñan los pollos a los recoveros?»
¡Ah, los recuerdos!