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Retahílas

Entro en una cafetería y todas las conversaciones giran en torno a dos temas: la escasa agua caída y el caso Gürtel. Nunca llueve a gusto de todos. La impresión general sobre la lluvia, que en Cáceres ha sido escasa, se resume con la misma frase que solía utilizar Rafael Valiente, el que fue muchos años responsable del abastecimiento a la ciudad, cuando los periodistas le preguntaban por lo que habían representado las últimas precipitaciones en el embalse del Guadiloba: «Apenas nada. Meada de gato».

El caso Gürtel es más poliédrico. «De aquí a unos meses, de este asunto no habla ni el Tato», comenta mi vecino de barra mientras se zampa un desayuno con migas. «¿Quién se acuerda de Naseiro o de Filesa? ¿Cuántos años lleva Fabra y no cambia ni de gafas? ¿Quién se acuerda de Juan Guerra y sus cafelitos?» Mi vecino de barra no obtiene respuestas a sus preguntas y yo creo que eso le anima a seguir. «Alfonso Guerra dimitió como vicepresidente pero en las siguientes elecciones quedó el número uno en Sevilla y sacó más votos que nadie». «¿No conocía todo el mundo los enjuagues de Gil en Marbella y seguía arrasando en las urnas? ¿Qué decís a eso?».

«Con esto del caso Gürtel va a pasar lo mismo que con el espionaje, estilo Mortadelo, en la comunidad de Madrid o con los tránsfugas aquellos, ¿como se llamaban? ¿Tamayo y Sáez? Ya no se acuerda de ellos ni la madre que los parió».

«Somos de memoria corta. Y si no estáis convencidos, ahí tenéis a Berlusconi. A Felipe González no le desalojaron del Gobierno ni escándalos como el de Mariano Rubio ni el de Roldán. Le tumbó la situación económica. ¿Y quién se acuerda ahora de Roldán o de Mariano Rubio?»

Lleva el plato de migas a la mitad. Y no para. «Lo que me jode del caso Gürtel», proclama con la cuchara en la mano, «es que todos estos granujas parecen ejecutivos de última ola, con mucha ingeniería financiera, muchas empresas interpuestas, muchos paraísos fiscales y trajes a medida pero son unos gualdrapas del carajo. Que si ‘amiguito del alma’, que si el ‘albondiguilla’, el ‘bigotes’ o ‘llámame don Vito’. Pícaros de tres al cuarto». Apuro mi café y el de las migas sigue con su perorata. Afuera ha empezado a llover, pero tengo que marcharme. Aún me da tiempo a oír sus penúltimas palabras: «Esto lo arreglaba yo en dos minutos».

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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