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Sobre la historia

Suele decirse que «los pueblos que no conocen la historia están condenados a repetirla». Porque no solo la carne es débil, también lo es la memoria. Mientras en España se cuestiona aún la posibilidad de que los familiares de los represaliados de un bando de la guerra civil puedan recuperar los cuerpos de los enterrados en fosas comunes o en cualquier cuneta para darles digna sepultura, en el Congreso de los Diputados se discute esta misma semana acerca de si deben incorporarse a los textos escolares españoles los crímenes de Stalin en Ucrania durante los años treinta del pasado siglo.

Cuando acabamos de salir, como aquel que dice, de una larga dictadura donde se calificó de ‘cruzada’ la persecución y exterminio de media España, o cuando en el otro bando hay historiadores (¿) que explican la guerra civil como la conquista de Euskadi y Cataluña ¡por parte de Castilla!, aún resultan polémicas las declaraciones de quienes atribuyen a los militantes del PP la condición de herederos del régimen de Franco o de quienes ven manos negras en el intento de encausar a un juez como Garzón por haber querido remover las aguas (y las tumbas) de la historia. Qué paradoja.

Mañana, sábado, saldrá publicada en este periódico una entrevista con el catedrático Enrique Moradiellos, uno de esos historiadores cuyo conocimiento es directamente proporcional a su ecuanimidad. Un espíritu racionalista y antisectario. Durante la larga conversación que mantuve con él me contó algunas anécdotas ilustrativas de la mecánica de trabajo recomendable en su parcela profesional. Formado en la Universidad de Londres, a donde llegó becado de la mano de Paul Preston, explica Moradiellos que cuando le planteaba al prestigioso investigador británico cuestiones del tipo: «Pues el proletariado dice…», él respondía en inglés: «¿Y quién es ese señor, quién es el proletariado?» Nada de abstracciones. Nada de protagonistas sin nombre. Hay personas, hay sindicatos. Hay obreros católicos que se enfrentaban a otros que no lo son. «Te obligaba a pensar».

El mejor antídoto contra los traspiés de la historia es el conocimiento; y la verdad sin vocación de parcialidad, sin instinto sectario. Por eso me parece cada vez más urgente e imprescindible una opinión pública formada con criterios rigurosos, no al amparo de esas aguas revueltas a las que acuden los pescadores con el cebo del descontento y la ignorancia, dos anzuelos que suelen multiplicarse en tiempos de crisis.

Mi admirado Joseph Joubert escribió, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, aquello de «las sombras en la historia, los fantasmas en las novelas». Yo creo que es uno de sus pocos pensamientos que no comparto. En la historia, ni sombras ni fantasmas. Allá los literatos con sus creaciones, pero al hablar de historia, mejor la sentencia del inglés Francis Bacon: «La historia es la ciencia de los hechos». No de las suposiciones.

Buena parte de lo que mañana será historia está hoy en las páginas de los periódicos, en las tertulias de las teles y las radios, en las páginas webs y en las redes sociales. Pero también está en las estadísticas oficiales, en las inquietudes de los padres, en las preocupaciones de los jóvenes, en las cifras del paro y del empleo… Y es preciso separar las voces de los ecos.

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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