Hace un tiempo, si usted oía hablar del «milenarismo» esbozaba una sonrisa y se le venía a la mente la imagen del escritor Fernando Arrabal trastabillando con una soberana melopea entre los invitados a un debate televisivo. El vídeo de Arrabal y su «hablemos del milenarismo» se hizo casi tan famoso como el de Ramón de Pitis o Ramón ‘el vanidoso’, esa estrella del universo Youtube recién salida de la cárcel tras robar un Banesto y que presumía de vestir ropa de Emidio Tucci.
Por principio, las señales del apocalipsis académico estaban reservadas para los manuales de historia y los cambios de milenio o, como mucho, para aquellos platós en los que le sentaba mal la ingesta de alcohol al padre del teatro Pánico, el ínclito Arrabal.
Ahora abre uno el periódico o enciende el ordenador y se topa con apocalipsis a la carta, con cataclismos de andar por casa. Anteayer fue el novillero mexicano Christian Hernández quien escacharraba la imagen de valentía de los diestros taurinos saliendo por piernas (y no es una metáfora) de la Monumental de México para tirarse de cabeza al callejón. Después tuvo el arrojo de cortarse la coleta ante el respetable –como dicen los viejos cronistas–, reconocer que hacen falta dos huevos para ponerse delante de un toro y que eso no es lo suyo.
Después fue el turno del apocalipsis deportivo. España palmó ante la guardia suiza (estacionada como una flota de autobuses ante su portería) mientras que por estos pagos nos tirábamos de cabeza al callejón del derrotismo. («Si ya te lo decía yo. Tanto campeones, campeones y seguro que no pasamos de octavos…»). Periódicos tan aparentemente serios (¿) como ‘The Times’ elucubraban con la posibilidad de que la culpable del desastre fuera Sara Carbonero, esa joven periodista a quien se atribuye un romance con Iker Casillas. La de Dios.
¿Y para qué hablar de la reforma laboral y de Zapatero? Al pobre ‘Maquiavelo de Leon’, como le denominan algunos, le vamos a hacer responsable hasta de la muerte de Manolete. «¡Ni que fuera yo Bin Laden!», que refunfuña Belén Esteban.
Braceaba yo por este mar de los sargazos, tratando de encontrar un resquicio a la esperanza o por lo menos de hacerle un regate al desencanto, cuando me entero de que la NASA nos previene contra los efectos devastadores e inminentes de una tormenta solar capaz de escacharrar los sistemas energéticos y de comunicaciones sobre los que se asienta nuestro sistema tecnológico. Así que además de Arrabal, de Sara Carbonero y de ZP, el apocalipsis solar. Y José Tomás aún de baja.
Creo que con este panorama lo mejor que puede hacer uno es huir a la carrera de la tozuda realidad y refugiarse directamente en la galaxia digital. Creo que voy a salir a la carrera, como el ex novillero mexicano Christian Hernández, para buscar en Youtube aquellos vídeos tan divertidos del ex ministro de Defensa, Federico Trillo, cuando se encontraba en El Salvador y exclamó ardorosamente: «¡Viva Honduras!»
De esa manera es posible que se aplaque la ira del sol, que se ponga las pilas el ‘Maquiavelo de León’ y hasta que ‘The Times’ deje en paz a la buena de Sarita Carbonero. Porque para «milenarismos», de verdad, los de Fernando Arrabal.