El primero es Ai Weiwei. La prensa internacional le dedica estos días páginas enteras por un doble motivo: su potente instalación en la Tate Gallery londinense, con cien millones de pipas de girasol hechas en cerámica y pintadas artesanalmente –una a una–, y por las presiones y censura a que le tiene sometido el gobierno de su país, China. Ai Weiwei no es conocido tan solo por sus creaciones artísticas o sus libros, sino por sus trabajos de arquitectura, entre ellos el famoso estadio Nido de Pájaro de los Juegos Olímpicos de Pekin en 2008.
El segundo es Jeff Wall, un canadiense, profesor de Arte y fotógrafo al que le han dedicado retrospectivas ‘santuarios’ tan consolidados como el MoMA de Nueva York o la Tate Modern de Londres. Su obra forma parte de la colección expuesta estos días en el Guggenheim de Bilbao para ilustrar cómo se han ido incorporando al arte moderno la fotografía, el vídeo y las performances.
El tercero se llama Santiago Sierra. ¿Qué decir de este madrileño afincado en México, tras el ‘escándalo’ de su reciente renuncia al Premio Nacional de Artes Plásticas? ¿O del efecto que han causado en los medios –especializados o generalistas– sus propuestas para el Pabellón Español de la Bienal de Venecia 2005, o su serie de fotografías ‘Los penetrados’, ahora en Madrid?
Hace pocos años hubiera sido impensable asistir en una ciudad de las dimensiones de Cáceres a una exposición que concentrara la cantidad de talento que albergan las obra de estos tres artistas. Pero ahora no solo es posible, sino que están ahí: en la exposición temporal ‘Márgenes de silencio’ con la que se inauguró el Centro de Artes Visuales Helga de Alvear.
Digamos que los más avisados lo saben. Y lo aprecian. Sin necesidad de desplazarse a Londres, París, Nueva York, México, Madrid o al Guggenheim de Bilbao.
¿Pero cuántos cacereños saben que esa escultura de madera ensamblada que da la bienvenida a los visitantes del Centro Helga de Alvear en la calle Pizarro es obra del célebre artista chino que tantas páginas acapara? ¿O que la caja de luz de enormes proporciones titulada ‘El cementerio judío’ muestra una de las varias imágenes originales de Jeff Wall que se exiben en Cáceres? ¿A cuántos les ha interesado acercarse a ver ‘Los castigados’, los inmensos mosaicos de más de doscientas fotografías con los que Santiago Sierra refleja la inquietante soledad de personas vueltas de espalda, mirando a la pared? Es obvio que estas son preguntas retóricas. Qué importa ahora el número concreto. Es la anécdota. La categoría es otra: acaso preguntarse el tiempo que nos queda de travesía de desierto o lo que falta aún para recoger la cosecha. Alguien seha preocupado de sembrar en un terreno aparentemente baldío y llegarán los frutos.
Algunos amigos de fuera me afean lo mal que ‘vendemos’ nuestras cosas desde Extremadura. No en lo relativo al queso, al jamón, a ciertos vinos, a nuestro patrimonio monumental… Sostienen mis amigos que somos de carril único, de piñón fijo. Yo me disculpo como puedo y trato de sacarles del error. A uno muy íntimo, en vez de regalarle lo de siempre le envié el catálogo de una exposición. «¿Pero de qué os quejáis?» fue su respuesta. Y aún no sé bien cómo interpretarla.