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Más de cien velas

Pocas cosas más inútiles en esta vida que la pasión por el día final. No me refiero al Apocalipsis de los grandes efectos especiales ni a ese apocalipsis cotidiano que te puede deslumbrar en una oficina bancaria de Olot lo mismo que en la red española de carreteras durante el puente festivo o entre semana. «Si hubiera sabido que iba a vivir tanto tiempo me hubiera cuidado mejor», dijo León Eldred, no sabemos si con intención irónica o metafísica. Llegar a viejo está dejando de ser una hazaña y es casi un lugar común. De hecho, hay medios de comunicación en los que ya no se informa de manera especial sobre las personas que llegan a cien años. El listón cada día está más alto.

El director de cine portugués Manoel de Oliveira tiene 102 años y sigue dirigiendo películas. El arquitecto brasileño Oscar Niemeyer acaba de cumplir 103 años y está tan pimpante. En la inauguración de su fundación en Brasil un periodista le pregunta: «¿Fuma todavía, señor Niemeyer?» Y él responde: «Bueno, lo justo y necesario».

En contra de lo que pensaba Sigmund Freud –que creía que todos percibimos a los demás como mortales menos a nosotros mismos–, la demografía nos va quitando esa idea de la cabeza y empieza a dar síntomas de ‘overbooking’. Según los expertos, España va a terminar el año 2010 con más de 10.000 personas que habrán cumplido cien años de vida o más, incluidos los que se atraganten esta Nochevieja con las uvas.

A este ritmo, a los sindicatos quizás les parezca hasta razonable la jubilación a los 67 años si el personal se empeña en no doblar la servilleta hasta treinta y tantos años después. Ya digo que empiezan a ser frecuentes los nonagenarios y centenarios dispuestos a dar batalla. Hace poco España despidió a Francisco Ayala, el autor de ‘Muertes de perro’ y ‘El jardín de las delicias’, cuando había cumplido los 103 años e iba embalado para los 104. No hace tanto el escritor, filósofo e historiador alemán Ernst Jünger se permitía impartir lecciones magistrales en la Universidad de Verano de la Universidad Complutense en El Escorial cuando contaba más de un siglo de vida. Murió dos semanas antes de cumplir los 103 años, y según la Wikipedia, «apenas unos meses después de haberse convertido a la fe católica», apostilla, por cierto, que yo creo que no debe malinterpretarse en el sentido de establecer una relación causal directa entre su paso religioso y el tránsito al otro mundo.

En fin, que aunque no lo parezca viendo las listas en las oficinas de empleo y algunos botellones en sus horas puntas, somos el segundo país del mundo en personas centenarias; supongo que contabilizando en la estadística a los jubilados ingleses, alemanes y de otros países europeos afincados en nuestras zonas de costa.

«Teme a la vejez porque nunca viene sola», nos prevenía Platón tres o cuatro siglos antes de Cristo, aunque en tiempos de Platón es verdad que un hombre de treinta o cuarenta años era ya casi un anciano. De haber vivido en nuestra época Platón acaso hubiera formulado de otra manera su advertencia: «Teme a la vejez porque tendrás que seguir trabajando y ándate con ojo además para encontrar plaza en la residencia geriátrica». Aunque sea privada.

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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