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Manías propias

El fin de año es un tiempo propicio a las supersticiones, igual que las fronteras que delimitan el paso a otros territorios, ya sea en el mapa o en el calendario. Abundan las costumbres específicas: desde tomarse las uvas al ritmo de las campanadas hasta brindar con un anillo de oro dentro de la copa o vestir alguna prenda íntima de color rojo. Yo no soy supersticioso porque, como es bien sabido, ser supersticioso trae mala suerte. Pero también tengo mis ‘manías’.

Algunas tan perfectamente racionales como confiar en que el trabajo acaba dando sus frutos o que la inteligencia alimenta tanto el progreso como la bondad. Reconozco que otras manías son inextricables, como el amor en la adolescencia o la edad de Sara Montiel.

Una de esas manías que no llega a ser de primera división, es decir, que no llega a ser superstición, consiste en guardar a primeros de año tres monedas de euro de otros tantos países comunitarios. El año pasado les correspondió el turno a euros griegos, portugueses e italianos. Este año he seleccionado países con mejores perspectivas económicas, a ver si acaso: Alemania, Francia y otra vez Italia. ¿De Irlanda? Ni las migajas. No es un capricho de base racional, pero a nadie molesta y tampoco resulta extravagante en exceso.

Otro de esos antojos que no llega ni a manía consiste en ir puntualmente a la agenda-dietario del año y buscar la frase que el azar ha situado en la fecha de mi cumpleaños. En la agenda del 2010 no me gustó la de ese día y seleccioné las citas de los días anterior y posterior, atribuidas a una mujer y a un hombre:

«El que quiera ser el centro de una reunión, mejor que no acuda», Audrey Hepburn. Que me parece bastante lúcida y bastante descarnada respecto a la idea que tenía la actriz sobre la sinceridad de sus congéneres.

Y la del hombre: «La televisión es el espejo en donde se refleja la derrota de nuestro sistema cultural». Federico Fellini, que tampoco necesita glosa ni comentarios. No sé en qué instante dijo eso el autor de ‘Amarcord’, pero seguro que fue ya bajo los efectos estupefacientes de las ‘mamachichos’ de Berlusconi y sus televisiones.

En la agenda-dietario de 2011 (que me siguen regalando y yo agradezco) he tenido mejor fortuna con la cita correspondiente al cumpleaños: «Los diplomáticos son personas a los que no les gusta decir lo que piensan. A los políticos no les gusta pensar lo que dicen». ¿El autor? Pues no es Julian Assange, fundador y líder de Wikileaks, sino Peter Ustinov, el británico que tantas veces interpretó en el cine el papel del detective Hércules Poirot de las novelas de Agatha Christie y que también sirvió como embajador de Unicef.

Y pocas manías más. Aún no me da por buscarle significados misteriosos a los sueños, ni por esquivar las rayas de las aceras. Me doy por satisfecho con dormir a pierna suelta y con esquivar los baches de la calle. Y a los gafes.

Cada día está peor vista la superstición, aunque como la moda, es un concepto que se mete en el saco de la historia y el hombre lo va escogiendo a ciegas, dándole vueltas a la bolsa. Las fechas ‘frontera’ son propicias para su cultivo, abonadas por la incertidumbre y el temor a la crisis. Pero es preciso creer en algo. Nada se sostiene en el vacío absoluto. Feliz 2011 a todos. Es mi deseo, no una superstición.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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