En su elogio a los cinco años de Twitter, Juan Valera ponderaba ayer en HOY la importancia del invento con estas palabras: «Informar es estar y participar en Twitter. Un medio en construcción que es mucho más para medios y periodistas que los clics conseguidos con los enlaces. Imprescindible como fuente y decisivo en el ritmo de muchas noticias». «Lenguaje para ciborgs nómadas hiperconectados con móviles».
Aprovechando la presentación de la edición inglesa de su última novela, Juan Luis Cebrián declara a ‘El País’ un juicio muy similar al de Juan Varela. En su opinión, recogida por Sandro Pozzi desde Nueva York, «las redes sociales como Twitter y Facebook son un buen instrumento para convocar manifestaciones, como las que están detrás de los levantamientos populares en Egipto, Túnez, Libia o Yemen. Y para hacer circular noticias concretas». Pero precisó: «para el análisis y comprensión de la situación aún no son útiles». No debe entenderse, claro está, que Cebrián rechace las nuevas tecnologías, que considera una oportunidad, no una amenaza. Pero tampoco se puede caer en el optimismo infundado que atribuye a las redes más capacidades que las que en realidad pueden desarrollar. Aproximarse a cualquier realidad (social, económica, política, antropológica…) exige acceder a los datos -a la información-, posibilidad de ordenarlos y trabajar con ellos de forma coherente y un método de análisis que posibilite su interpretación. De lo contrario, nos puede ocurrir lo mismo que a aquel historiador inglés que cumplía las dos primeras premisas: sabía qué sucesos debía reseñar y cómo trabajar con ellos pero al carecer de método para el análisis, de punto de vista, la historia de los años más gloriosos de una nación se convirtieron, en palabras de Lytton Strachey, «en una ingente cantidad de serrín». Una periodista de HOY, Aracely Robustillo, lo resume precisamente en un comentario en Facebook: «Twitter y Facebook cumplen una función muy similar a la de la radio, por la inmediatez con la que permiten seguir un determinado suceso, y su poder de convocatoria es indiscutible. Sirven para lanzar ideas y son enriquecedoras, pero para el análisis sigue siendo necesaria la prensa».
Este asunto de la información y de la opinión me recuerda aquel pasaje de ‘Los santos inocentes’, de Miguel Delibes, en la película de Camus, cuando Paco, el Bajo (Alfredo Landa), se rompe una pierna haciendo de ‘secretario’ para el señorito Iván (Juan Diego) y este último, totalmente contrariado, incita a Paco de forma egoísta y despiadada para que se sobreponga al dolor y siga acompañándole durante la caza.
El señorito Iván se ha fijado en las habilidades que tiene Azarías (Francisco Rabal), que se pasa el día con su «milana bonita, milana bonita» en el hombro, y le pregunta a Paco si el Azarías, «con estas mañas que se gasta», no haría bien de secretario. Paco niega con la cabeza y le contesta: «Con el palomo puede, con la perdiz es corto de entendederas».
Algunas redes sociales son ya insustituibles y valen para la información, pero sospecho que para el análisis, para la perdiz, siguen siendo cortas de entendederas.